Igual que sucede con los aviones, que llegan al retiro cuando cumplen sus horas de vuelo, a Raimundo Angulo Pizarro se le terminó su largo y personalísimo ciclo al frente del ahora tedioso Concurso Nacional de Belleza.
Tras la muerte de su madre y forjadora de este emblemático evento, doña Teresa Pizarro de Angulo, “Rai” lo esculpió a su medida: formalizó una corporación privada (donde se evaporó toda huella de la Alcaldía de Cartagena), dueña y ama del evento y la marca Señorita Colombia, con una estructura de gobierno dócil y de bolsillo, donde su palabra ha sido la ley.
Proyectó al concurso, lo posesionó sobradamente, incluso a costa de venderle la fibra al canal RCN, que es el otro mandamás con el que cohabita; lo comercializó y lo estiró y lo exprimió para sacarle el máximo provecho, cual limón de cantina.
Pero ya el limón está seco y no da más. Se ha vuelto un maratónico evento, insulso, sin arraigo popular más allá de la novelería que despierta desde 1934, que en su afán de reinventarse ha caído en alargamientos inútiles, propios de novelón mexicano, y es por eso que las pobres reinitas hasta deben participar en un concurso de… ¡¡¡licuadoras!!!
Bajo los años de esplendor, el CNB cumplió con la ejemplar misión de apoyar obras sociales. En Cartagena, Raimundo ha sido padrino de varias fundaciones e incluso ha adoptado obras que corresponderían al sector oficial como el Parque de Bolívar, el monumento a los alcatraces o cúpulas de iglesia en peligro de ruina. No hay que negar que cuando el hombre le toma cariño a una causa, la respalda a todo riesgo, como ocurrió con los estudios musicales de Cristián del Real o de Leonardo Tatis.
Pero los años pasan y los trasnochos dejan huella. Es necesario que venga una nueva generación y asuma la responsabilidad de reorientar el CNB, defienda por siempre su sede en Cartagena y le devuelva algo de arraigo popular y esplendor de otras épocas.
Temo que suceda algo similar que con el Festival de Cine, ahora llamado FICCI, donde la silla de don Víctor Nieto ahora es ocupada por respetables personas del mundo del cine, pero ninguna cartagenera. ¡Y con la culebra del mismo canal RCN!
Rai ha sido tan personalista en el manejo de la Corporación, que el tema de la sucesión es un tabú. Si Luis XIV de Francia dijo “El Estado soy yo”, Raimundo bien podría haber dicho “El concurso soy yo”. Ajá, ¿y si tu no estás? Que no pase lo mismo que al torero cuando alarga la faena: se le complica la suerte suprema.
Pocos tienen la virtud de saber retirarse a tiempo, por eso Raimundo –hombre de notorias virtudes y pocos pero detestables defectos- debería ver ejemplos virtuosos de retiro a tiempo, como los de Orlando Cabrera o Farid Mondragón, que se dijeron adiós cuando todavía tenían cuerda.
Raimundo: gracias por lo fértil de tu obra, pero tu ciclo ha concluido. Que la sucesión no sea otra novela muy al estilo del canal RCN.