Por Juan Camilo Romero (Especial para Revista Zetta).- Cartagena desde su fundación ha sido sometida a saqueos y asaltos, los cuales han venido ocurriendo de manera sistemática y constante desde tiempos inmemorables hasta nuestros días. Tal parece que al Corralito de Piedra todo el que llega, viene, se lucra de nuestra ciudad y se larga raudo a su tierra de origen con nuestros tesoros, es por eso que los Cartageneros no tenemos un sentido arraigado de pertenencia por la tierra que nos vio nacer, es por eso que familias llegadas de distintas partes se han asentado aquí construyendo sendos imperios económicos, influyentes en la política y el sector empresarial. Cartagena ciudad de todos, ciudad de nadie. Donde todos mandan sobre ella menos los cartageneros que somos los que padecemos el vivir en la ciudad más querida por los colombianos, donde los niveles de desigualdad son los más alarmantes del país y donde tenemos unas élites foráneas que deciden nuestro futuro.
En esta ocasión quiero presentar el ejemplo de dos ciudades del Caribe colombiano, que nacieron posteriormente a la fundación de Cartagena, que hoy día se han desarrollado con base en fiestas y manifestaciones culturales, siendo motivo de satisfacción y orgullo para sus habitantes; hablo de Barranquilla y Valledupar.
Las fiestas del Rey Momo constituyen para el barranquillero el sentido mismo de la vida, todo el año se la pasan planeando el Carnaval, es una preparación interior y exterior, donde todo lo que en esa tierra exista se mueve en función de los cuatro días de las carnestolendas. Basta con visitar esta ciudad para apreciar el crecimiento económico, político y social, la infraestructura hotelera va en alza a fin de recibir cada año más visitantes, la construcción de viviendas junto a la reparación de vías es evidente y palpable. Pero todo esto para tener una ciudad más acogedora y amable con los turistas que llegan a gozarse las fiestas donde además son tratados como un Barranquillero más y de acuerdo a sus posibilidades acceden a eventos de gran factura.
El Festival Vallenato pasó de ser la parranda de un selecto grupo de políticos y hacendados locales, a un evento de talla internacional que año tras año se consolida en el espectro cultural mundial, los vallenatos tienen una ciudad que está creciendo con mayor proyección en Colombia, los días del festival todos ganan y todos se divierten, la dirigencia local logró que a su inauguración asista el Presidente de la República, quienes acuden encantados y al son de acordeones, a la luz de finos licores se hace el lobby para conseguir la inversión gubernamental para las necesidades de esa región. Los valduparenses viven engreídos y se les hincha el pecho cuando tienen que representar su tierra en otras latitudes, como ellos mismos dicen, viven enchoyaos de ser vallenatos y saber que su tierra a través de su Festival se está proyectando al mundo llevando un mensaje de paz en sus cantos y un mensaje de prosperidad en las obras y el comercio creciente en la capital del Cesar.
Pero lastimosamente en Cartagena no tenemos esa fiesta, no tenemos ese algo que nos haga sentir plenamente orgullosos, hemos desechado conmemorar la valentía de Pedro Romero y los lanceros de Getsemaní, en aquella gesta gloriosa donde lograron independizar nuestro suelo del yugo español.
Es por eso que aprovecho el hecho que el Alcalde y el Gobernador están trabajando en vale por distintos temas de ciudad y departamento, lo hagan por la revitalización de las fiestas de noviembre, que en las aulas de clases se retome la cátedra de la historia de Cartagena, que se reviva en sus habitantes esa estirpe rebelde y de guerreros, que trabajen para que Cartagena sea más amable con sus habitantes y que los turistas de una buena vez entiendan que esta es una casa decente que están visitando y que no pueden venir a hacer lo que se les dé la gana por el simple hecho de ser foráneos, Cartagena amable para los Cartageneros y hospitalaria con los turistas.