Por Esperanza De Lavalle (Especal para Revista Zetta).- Sucede en la organización de Miss Universo, considerada la meca de los reinados de belleza, así como que en cualquier lugar de la tierra en la que se realicen estos certámenes. Por consiguiente Cartagena no es la excepción, y siempre que se haga una competencia de este tipo, lograr que el veredicto del jurado sea del agrado de todos es tener suerte.
Así algunos digan que la belleza es subjetiva, hay atributos que saltan a la vista, favoreciendo a la que tenga la bendición de tenerlo. Una candidata que de manera integral tenga, según los entendidos, bonito rostro, estatura, buena figura, preparación y, sobre todo, porte y donaire de reina, es obvio que sobresale entre el grupo de concursantes y si es la elegida, entonces ¿por qué se cuestiona el fallo?
Por esto es una lástima que los que asesoran y acompañan a las concursantes no tengan claro que se elige a una sola, como ocurre en cualquier modalidad de competencia, y por esa sencilla razón a todas no se les puede dar el primer lugar.
Tan cierto es esto como que familiares, amigos y seguidores tienen y desean que su candidata sea la elegida y esto es apenas lógico, porque con esa ilusión compiten todas. Pero no por eso se justifica sabotear un fallo y mucho menos denigrar de quienes estuvieron a su cargo la elección y la organización del evento.
Tal como ocurrió en esta versión de Señorita Cartagena, en la que según varias candidatas y sus respectivas comitivas, más de una merecía ser la elegida, dejándose cegar por el inconformismo y con términos soezes criticaron el evento y no asimilaron que toda esta experiencia es ganancia.
En un reinado se dan a conocer y la exposición en los medios las convierten en figuras públicas, y si en algo les sirve de consuelo, no siempre la ganadora es la que logra cosechar éxitos. Si no que lo diga Carolina Cruz, que en el año 99 obtuvo el virreinato frente a Catalina Acosta que se alzó con el título de Señorita Colombia, y este es apenas un ejemplo.
A Carolina la prensa la amó desde que llegó a la Heroica e incluso la coronaron antes de tiempo por el fanatismo de los que se creen que saben más, sin embargo, su fama la encontró en las pasarelas y en el mundo del diseño de accesorios, siendo el reinado su plataforma de lanzamiento.
Entonces ahí si podemos decir que el triunfo es relativo y que depende de la actitud y las ganas de salir adelante, porque a veces los atributos físicos pueden resultar más idóneos para el modelaje publicitario o pasarela, volviéndose más o igual de famosa a la que obtuvo la corona.
Por eso mandar al carajo la experticia de un jurado que, como en esta elección de la Señorita Cartagena, se catalogó de lujo, es lamentable. ¿O es que acaso tiene discusión el conocimiento de María Mónica Urbina en el tema de belleza, pues además de lucirse como reina, desde hace muchos años se dedica a asesorar y a preparar en el tema de reinado?
Todo esto eclipsó la buena organización de la velada de elección y coronación, donde como nunca antes, la entrada fue gratuita para que las barras pudieran victorear a sus candidatas y no para abuchear a la ganadora y a los jueces, porque hasta para no ser elegido hay que tener dignidad.
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