Por Danilo Contreras (Especial para Revista Zetta).- Una niebla, que más parecía un manto sutil de algodón, descansaba plácida sobre las copas del bosque del cerro La Cansona. Caía pertinaz un sereno que bañaba como una bendición a los circunstantes, según lo declamaran dos laureados poetas de la región. Eran ya las 7:30 de la mañana y el paisaje fresco no podía ser más inusitado para alguien que como yo había partido un par de horas antes desde los densos vapores que se levantan de las Ciénagas que rodean la Bahía de Cartagena.
La cita era en la cima del cerro donde culminaría una inédita etapa de la legendaria Vuelta a Colombia. El evento no pasaría de frivolidad deportiva a no ser porque nadie pudo imaginar años antes, que aquellos parajes ocupados por los cafres de la violencia, serían escenario de llegada de los escarabajos que tantas historias épicas han escrito en el ciclismo mundial. Etapa simbólica que ratifica que el posconflicto es un bien anhelado que vale los esfuerzos considerando la apacible felicidad que se reflejaba en los rostros de campesinos de botas pantaneras y machete al cinto y de mujeres que preparaban pasteles de arroz y sancocho para hacer el día con tanto visitante que llegó a La Cansona.
Allí estaba Santos que meses antes había sido convencido por el gobernador de Bolívar para cometer la audacia de ratificar que el posconflicto había llegado a los Montes de María para quedarse, recibiendo la Vuelta a Colombia en la región en que antaño despachaba las Farc.
No fue un mero acto deportivo, ni siquiera protocolario en lo político, pues aquel día ocurrieron cosas que marcarán el futuro de Montes de María. Menciono dos: Los gobernadores de Bolívar y Sucre, en compañía del Director Nacional de Planeación y el aval del Presidente Santos suscribieron el Contrato Paz Montes de María que garantiza inversiones que superan el billón de pesos en los próximos años, lo se traducirá en más acueductos, viviendas, vías, educación, escuelas y desarrollo rural para los 7 municipios de Montes de María bolivarense. Suma similar deberá invertirse en Montes de María Sucre. No hay vuelta atrás en estos compromisos.
Lo otro podrá calificarse como insignificante, pero lo resalto por lo que puede significar en deliberación que es lo que falta a nuestra débil democracia y es que el gobernador Turbay redujo su discurso, de por si corto por el tiempo que concede el protocolo de Presidencia, para ceder la palabra a Canoles, vocero de los campesinos de Alta Montaña, amenazado por los violentos que lo sindican de guerrillero por defender los intereses de su gente, para que fuera él quien levantara reclamos aún vigentes en la zona. No lo esperaba pero sucedió e interpreto ese gesto como voluntad del gobierno para incluir a quienes han sido excluidos.
Mientras nos resguardábamos del rocío en un tendal nos dimos cuenta que un gatico dormía tranquilo en el lomo de un perro echado en el piso de tierra. No pudimos evitar calificar aquella curiosidad como una premonición de la ventura de los tiempos por venir.