Por John Zamora (Director de Revista Zetta).- Los habitantes del Caribe llevamos tres citas en las urnas expresándole a Juan Manuel Santos lo mucho que lo queremos.
En 2010, cuando ganó la Presidencia por primera vez, el Caribe le aportó 1.676.304 votos en la segunda vuelta.
En 2014, cuando aspiró a la reelección y el barro se apretó con Óscar Iván Zuluaga, el Caribe lo salvó y le puso 2.011.409 votos en la segunda vuelta.
En 2016, el Caribe enfrentó los torrenciales aguaceros y las inundaciones del huracán Matthew, y aún así colocó el 18% de la votación del Sí con 1.152.530 sufragios aliada, la familia Char.
de susde sus poderosos aliadosel Atlterios, pero la Arenosa no es el Caribe en pleno. As yo la ruta de. En los ocho departamentos ganó el Sí. Y eso que la clase política en general, salvo contadas excepciones, no le metió el hombro al plebiscito como era debido.
No obstante, parece que Santos le ha aplicado un soberbio y olímpico conejo al Caribe.
Las mismas aspiraciones de hace seis años, cuando se lanzó a la Presidencia por primera vez, siguen vigentes.
Seguimos sin resolver el grave problema se saneamiento básico y agua potable, uno de sus compromisos. Los niveles de calidad y cobertura en salud y educación siguen por el suelo. Las inversiones en infraestructura deben beneficiar al interior para que sean contempladas, como la ruta del Sol. Todavía es la hora y no ha sacado adelante el contrato para rescatar el río Magdalena. Por donde revisemos, el gobierno nacional está en déficit con el Caribe. Desde luego que cosas se han hecho. Pero no a la altura de las viejas y acumuladas necesidades del Caribe.
En lo político, la primera bofetada fue el hundimiento de la LOOT. Es chistoso, pero después del Voto Caribe y el triunfo de Santos, se esperaba que ese nuevo ordenamiento territorial fuera una conquista, y terminó siendo un fiasco por orden presidencial. Como buen cristiano, el Caribe puso la otra mejilla y le salvó el pellejo a Santos en su reelección, con el cuento de la paz. Estábamos ante el terrorífico sino de elegir a quien nos hunde, para salvar a la patria de las fauces de la guerra.
Barranquilla puede decir que ha mantenido un cupo en los Ministerios, pero la Arenosa no es el Caribe en pleno. Así lo que se repite, a escala regional, es el centralismo. Además, no es por Caribe sino por Vargas Lleras. La capital del Atlántico es un fortín del Vicepresidente, en cabeza de su poderosa aliada, la familia Char.
Recuerdo que en plena campaña de reelección, Santos y Vargas Lleras se reunieron en el hotel Corales de Indias con los concejales de Cartagena. Se comprometieron a terminar Transcaribe, terminar la vía Perimetral, terminar el plan de caños y lagos de Cartagena –Ejes 1 y 2-, construir la avenida del Bicentenario, y emprender el ambicioso plan de Drenajes Pluviales. De todo ese ramillete, solo Transcaribe fue puesto en marcha… ¡y tenemos que pagarlo!
Luego de semejante conejo, la Presidencia tuvo la “delicadeza” de no invitar al Concejo de Cartagena al acto de firma del acuerdo de paz con las Farc. Tal vez por eso pagan a millón cada foto de un concejal buscando votos para el plebiscito.
En dos años Santos se va y no va a cumplir. Ni siquiera ha movido un dedo para tomar una decisión administrativa que está a su alcance, como la de echar a Electricaribe y acabar el suplicio que vivimos por cuenta de los apagones.
El Caribe debe despertar, reflexionar y dejar de arrodillarse ante el poderoso de turno. No se trata solo de que nos cumpla un Presidente cachaco. No se trata de volver a dejarse embolatar por el sucesor de Santos. Se trata de labrar nuestro propio camino, nuestra autonomía, nuestra propia agenda política. En ese camino debemos, también, encontrar un Presidente Caribe. Ahí está el detalle.