“No pelearé con Gossaín. No pelearé con Gossaín. No pelearé con Gossaín”. Ese es el mantra que debe estar repitiendo el alcalde de Cartagena, Dionisio Vélez Trujillo, ante la nueva incursión del gobernador de Bolívar, Juan Carlos Gossaín, por sus predios políticos.
Que el gobernador invierta recursos en la ciudad es, a primera vez, una gran ayuda para el alcalde, por lo desbordante del cúmulo de necesidades y lo limitado del presupuesto para cubrirlas.
Que el gobernador haga calles, arregle canchas o recupere monumentos y parques es, repito, bienvenido… en principio… sobre todo teniendo en cuenta que cada peso en Cartagena es un peso menos en cualquier otro municipio. Así que, incluso, hay que agradecerle su cuota de sacrificio.
El asunto es que siempre en política hay lecturas simultáneas que provienen de causas distintas.
Tanto el alcalde como el gobernador representan fuerzas políticas diversas y con intereses no necesariamente coincidentes. En lo administrativo, es evidente que Gossaín se ha rodeado mejor y que el gabinete de Vélez es ostensiblemente limitado. En lo personal, es difícil saber quien tiene el ego más crecido… tal vez Gossaín…
En el cruce de caminos entre lo político, lo administrativo y lo “egológico”, resultó claro que puede que se masquen pero no se traguen.
En el primer encuentro para acordar agenda conjunta, en agosto de 2013, realizado en el Salón Amarillo del Palacio de la Proclamación, resultó evidente la incomodidad de un alcalde que apenas comenzaba frente a un gobernador en “ritmo de competencia”, terminando con más “culebras” el alcalde que el gobernador.
No había que esperar mucho para que llegaran los desencuentros administrativos entre Alcaldía y Gobernación por cuenta de aquella agenda.
La inauguración de las obras de restauración del monumento a los Alcaltraces, precedida de algunas pavimentaciones de calles, elevó la tensión entre las dos orillas. Mientras el gobernador cortaba cintas, el alcalde apenas desenredaba la madeja de lo heredado de Campo Elías y sus efímeros sucesores, una olla raspada.
Aunque el agua siguió corriendo bajo el puente, el tensiómetro volvió a marcar altos índices cuando el gobernador propuso convertir al Pozón en un municipio, el quinto en población en Bolívar. Eso fue ante un auditorio internacional en el “Big Leap”, donde Gossaín “tiró línea” sobre lo que debe ser el desarrollo de Cartagena de Indias y los grandes temas que siguen vegetando sin solución: Transcaribe, Vía Perimetral, Alcantarillado Pluvial, Traslado Base Naval, Traslado mercado de Bazurto, Central de Abastos, Quinta Avenida de Manga, Saneamiento Caños y Lagos, Ampliación Corredor de Carga, Primera Avenida de Bocagrande (Malecón), Reglamentación de Playas, POT Zona Norte.
Mejor dicho: se le metió al rancho.
Y es verdad aunque el gobernador se haya esforzado por bajarle el tono con el eufemismo de que se trataba de un “ejercicio de prospectiva”.
A Dionisio alguien le sugirió que respondiera con esta pregunta: ¿le gustaría al gobernador que el alcalde de Cartagena planteara –también en un ejercicio de prospectiva- el viejo tema del Departamento de los Sures, con Magangué como capital, y la segregación de por lo menos 35 municipios de Bolívar?
Ahí fue cuando comenzó a rezar el mantra.
Las cosas hubiesen quedado de ese tamaño de no ser por otro capítulo, con visos de novela, que surgió casi de inmediato: la defensa costera de Tierrabomba.
Nuevamente juega en favor ce Gossaín la incompetencia del equipo de colaboradores de Dionisio en Planeación y áreas afines, y por eso aquí el pulso lo ha ganado también el gobernador: ha demostrado que la plata es de Bolívar, que sacrifica emplearla en otro municipio, y que la gestión la debe hacer el Distrito.
No obstante, nadie pensó que las diferencias entre Gossaín y Dionisio llegarían hasta un predio donde nunca juega el gobernador: el Concejo de Cartagena.
Se supone que el alcalde tiene una coalición que le apoya. Se supone que dialoga día a día con el Concejo. Pero le metieron el gol. Ayer llegó el gobernador al recinto de la democracia local y se despachó con un informe que hizo quedar a la administración de Vélez como inepta y al propio alcalde como mentiroso. Ningún funcionario distrital para defenderle. Ningún concejal para lanzarle un salvavidas. Y no es que el gobernador haya faltado a la verdad. En efecto, enumeró los asuntos comunes en los que la Alcaldía viene fallando.
El asunto, entonces, no está en la veracidad del informe, ni en la juridicidad de la actuación del gobernador con Cartagena, pues la verdad en esos casos y la ley le asisten. El tema es político-egológico.
… acaban de sucederse las elecciones presidenciales… hay asomos de candidaturas a Alcaldía, Gobernación, Asamblea y Concejo… hay movimientos telúricos…
Mejor dicho… el alcalde debe repetir y repetir su mantra… “No pelearé con Gossaín. No pelearé con Gossaín. No pelearé con Gossaín”… y que se acuerde del presidente Santos hace cuatro años, que repetía otro mantra (no pelearé con Uribe, no pelearé con Uribe…) y terminó en tremenda reyerta política…
Por eso es mejor que repitamos todos:
“No pelearé con Gossaín. No pelearé con Gossaín. No pelearé con Gossaín”. “No pelearé con Gossaín. No pelearé con Gossaín. No pelearé con Gossaín”. “No pelearé con Gossaín. No pelearé con Gossaín. No pelearé con Gossaín”. “No pelearé con Gossaín. No pelearé con Gossaín. No pelearé con Gossaín”. “No pelearé con Gossaín. No pelearé con Gossaín. No pelearé con Gossaín”. “No pelearé con Gossaín. No pelearé con Gossaín. No pelearé con Gossaín”. “No pelearé con Gossaín. No pelearé con Gossaín. No pelearé con Gossaín”. “No pelearé con Gossaín. No pelearé con Gossaín. No pelearé con Gossaín”…