Luis Bolívar puso voluntad y sangre para cortar una oreja ante un peligroso toro de la mítica ganadería de Miura en el cierre de la feria de Pamplona.
Le correspondió al colombiano uno de esos dos o tres toros que, al menos, se movieron y repitieron sus cortas y desclasadas embestidas, y sobre esa base fue construyendo una faena de puro oficio que fue llegando poco a poco a los tendidos por pura acumulación de muletazos.
Hasta que, a la llamada hora de la verdad, el simple, pero trascendente gesto de conseguir una estocada a la primera decidía si se llevaba o no el trabajado premio.
Se tiró por tanto Bolívar en absoluta rectitud y con toda su decisión a matar al de Miura, que le cerró el paso por la derecha con su amplísima cuerna.
En un visto y no visto, la espada entró en el cuerpo del animal, y el torero quedó colgado del pitón, doblado por la cintura, con la impresión de haber sufrido un gravísimo percance.
La plaza contuvo la respiración por unos segundos, hasta que Bolívar se levantó de la arena como un boxeador antes de que termine la cuenta de protección, con la plateada taleguilla rajada de arriba a abajo por la pernera derecha y también desgarrada a la altura de la rodilla izquierda.
Cayó el de Miura y recobró fuerzas el colombiano, milagrosamente ileso, para recibir así la última oreja de estos Sanfermines tan generosos en trofeos.
Vestido con el pantalón de un monosabio, Bolívar buscó después, sin llegar a conseguirlo, el segundo aval para la puerta grande con un quinto que tampoco descolgó su cuello. No hubo oreja pero sí una fuerte ovación de reconocimiento para el diestro de Cali.
De no haber pinchado repetidamente al sexto, ese último trofeo del abono pudo haber sido para Esaú Fernández, después de su animosa faena al sexto, el toro que sembró el pánico por la mañana en la calle Estafeta.
En cambio, sobre la arena del ruedo «Olivito» fue otro toro descastado y de vulgar movilidad ante el que el joven sevillano estuvo más convencido que con el tercero, que no tuvo fuerzas para dar ni medias arrancadas.
El lote de Javier Castaño fue el más deslucido de toda la corrida, con un cuarto que incluso se quedó echado en la arena tras salir de un pase de pecho. Y ante toros de imposible lucimiento, los del torero leonés fueron dos trasteos tan empeñosos como insustanciales.
FICHA DEL FESTEJO
Toros de Miura, de imponente estampa y en tipo de la ganadería, pero blandos en el caballo y, a pesar de la engañosa movilidad de algunos, vulgares y sin entrega en el último tercio por falta de casta o de fuerzas.
Javier Castaño: dos pinchazos, estocada atravesada y dos descabellos (silencio); y media desprendida y trasera (silencio).
Luis Bolívar: estocada (oreja); y estocada que asoma y descabello (ovación).
Esaú Fernández: bajonazo (silencio); y seis pinchazos y descabello (silencio tras aviso).
En cuadrillas, Agustín García destacó picando al tercero y Curro Robles saludó tras banderillear al sexto.
La plaza tuvo un lleno aparente en los tendidos.
Galería: Esta es la galería del Diario de Navarra, con fotos de agencia EFE y Fernando Pidal.