Por César Pión González (Especial para Revista Zetta).- Las corporaciones públicas como Concejos, Jales y Asambleas fueron creadas para defender los derechos ciudadanos, contribuyendo a más y mejores servicios con el objetivo único de mejorar la calidad de vida.
Es muy importante empezar por un control político al Plan de desarrollo y políticas públicas que deben ejecutar el alcalde y sus funcionarios para hacerlas cumplir.
He vivido la debilidad, la omisión, y el escrito no apunta a la justificación de nuestros errores y delitos, pero también amplía el análisis por un bajo impacto de sus acciones.
La sociedad que define su actuar como amangualamiento, torpeza o falta de estudio de lo investigado siempre fijará posiciones, donde se sinergiza por un eslabón complementario que está en manos de algunas personas del Control interno, Contraloría, Personería, Procuraduría, Fiscalía, entre otros.
Muchos de estos funcionarios han venido siendo elegidos por las corporaciones públicas, razón por la cual son duros con algunos sectores y suaves con otros, que los lleva a no iniciar, dilatar e investigar a los más débiles como cortina de humo para tapar las faltas, y precluir algunas investigaciones, dejando en el anonimato una gran cantidad de actores libres y responsables del titeritismo político por sus altas influencias.
Los debates de las sesiones del Concejo deberían ser acompañados por representantes de los órganos de control, para que inicien por oficio las investigaciones de los señalamientos y denuncias que se efectúan constantemente, y que quedan sepultadas después de un alboroto de platillos que se maquillan en las redes y los medios de comunicación.
Otra arista, Cartagena tiene grandes y buenos periodistas y canales de información, pero la debilidad del mercado publicitario ha llevado a muchos, reafirmo, no todos, a centrar su subsistencia en el ejercicio público como el mejor tiempo de los paras, hay que pagar para que cuiden las propiedades o para no nombrarte con los detenidos en las declaraciones.
Al político se le condena por acciones afines a su oficio, incompatibilidades e inhabilidades que no aplican en las aspiraciones del no público, que muchas veces usan los medios de comunicación o empresas con alta influencia en la ciudad para demeritar, destruir y ejercer las aspiraciones y deformando la aureola de sus contendores o de quienes cuestiones o denuncien sus negocios.
Hoy, todos son mesías e impolutos, pero no escucho propuestas claras de cómo se planifica, se recauda y se invierte. Mientras seguimos en la ciudad del protagonismo, de la doble moral y de la crucifixión.
Ladren perros, decía el Quijote a Sancho, no solo cabalgo sino que sabemos quiénes son molinos de vientos.
*Concejal de Cartagena