Por Álvaro Royo (Especial para Revista Zetta). (Xiamen – China).-Una pregunta que me saltó a la mente en estos días es qué tanta responsabilidad le merece a la Sociedad Colombiana de Arquitectos (de Cartagena) el desastre urbanístico que está sufriendo Cartagena, y en mi opinión creo que mucha, ¡muchísima!
No querría comenzar a escribir sin antes ubicarme yo, como uno de los primeros responsables, ¿por qué? Pues porque no estoy allá.
Se sobreentiende que un arquitecto es la persona que estudia y se prepara para abordar en un futuro los temas que a la ciudad atañen, conciernen. Desde que estábamos en los primeros semestres los profesores se ponían en la tarea de sensibilizarnos a entender la espacialidad de todo lo que tiene que ver con el funcionamiento de una casa, de una ciudad, de un jardín, de un parque, de cómo tiene que ser una alcoba para que sea habitable y confortable, de dónde tenía que estar ubicada una cocina y un patio de ropas, y luego cuando salías de la casa la calle, cómo debería ser esa calle, dónde debíamos encontrar el parque, cómo debía ser este, cómo debía ser la trama urbana de una ciudad para que esta funcionara de manera que fuera equitativa y justa; nos enseñaron en últimas que teníamos que hacer para que los habitantes de una ciudad estuvieran cómodos y hacer sus vidas más llevaderas y felices.
Si evaluamos la ciudad de Cartagena y miramos a nuestro alrededor, lo único que funciona arquitectónicamente hablando fue lo que diseñaron y construyeron los españoles hace 400, 300 años, de eso vivimos aun, del turismo que nos trae la Ciudad Vieja, seguimos lucrándonos de ella y sacando pecho de lo que hay allí pero no estuvimos involucrados en su concepción y nos tocó por herencia, de chiripa.
Y ahora, ¿qué hemos hecho de 200 años para acá? ¿O de 50 años para acá o de 20 años para acá? Pues les invito a que lo miren ya que es todo un perfecto desastre.
¿Fracasaron nuestros profesores o fracasamos nosotros? Buena pregunta pero yo respondería que ambos.
Todas esas horas convertidas en años los profesores explicándonos cuántos parqueaderos debería tener un edificio para que ya, cuando seas un arquitecto, estés pensando como pasar los planos sin los parqueaderos suficientes para que te quede más dinero en la cuenta y así joder por el resto de su vida a los que vivirán a los alrededores de ese edificio sufriendo con los andenes y calles llenas de vehículos a todas horas.
La violación de la norma se convirtió en norma y la tragedia es palpable, hasta los más afamados arquitectos de la ciudad, con un buen nombre y apellido, posando de grandes caballeros de Cartagena, han tenido la desfachatez de construir en terrenos robados a la ciénaga de la Virgen afectando los ecosistemas y dejando un precedente criminal que será eterno.
Las empresas más reconocidas de la ciudad no respetan los retiros urbanísticos negando a futuro el ensanchamiento de vías convirtiendo a Cartagena en una ciudad caótica en todos los sentidos, son mezquinos con las áreas en todos los aspectos, todo por sus negocios personales, por su bolsillo, todo lo que aprendieron en la universidad se fue a la basura.
Pero seguimos mirando el caos y no hacemos sino echarle las culpa a otros, cuando activa y pasivamente somos más responsables que ningún otro, ¿por qué? Porque fuimos los que estudiamos para que esas normas que violamos se respetaran; veo al arquitecto de Cartagena metido en un rol cómplice tratando de no involucrarse mucho ni de levantar la voz para no tocar intereses de colegas, que ellos muy bien saben que no están haciendo las cosas bien: entre bomberos no se pisan las mangueras.
Lo hablaba con un profesor por allá en los 90 cuando le cuestionaba de por qué el arquitecto debía dejarse manosear del dueño del proyecto, que por lo general tenía conocimientos nulos de arquitectura, y terminaba imponiendo sus criterios sobre los nuestros, solo por el pequeño detalle de ser el dueño del dinero. Me respondía él que si luego no hacía uno lo que el dueño del balón decía, entonces le daba el proyecto a otro. Y así nos va.
Esa brutal confesión me hizo entender que hasta tanto el arquitecto no tuviera poder económico, nuestra influencia iba a ser muy poca en puntos que podrían ser determinantes para que las cosas se hicieran de la mejor manera.
Y si tienes una familia que mantener al final te dejarás manosear y te saltarás la ley por el bien de la cuenta bancaria del dueño del proyecto y de la tuya.
Nuestros negocitos pasaron a ser más importantes que los temas de ciudad, nuestro beneficio común está primando por encima de ese cartón que nos acredita como responsables de lo que suceda en la ciudad en materia arquitectónica. Nos tomamos a pecho el papel de segundones.
Negamos lo mínimo para sacar lo máximo.
Thinking
La Sociedad Colombiana de Arquitectos está ocupada en los negocios de sus miembros, y por cuidarse entre todos se han convertido en un ente inoperante y dañino porque siempre tratan de no afectar los intereses entre ellos, son mezquinos con su ciudad y son cómplices principales del deterioro constante y sin pausa que tiene Cartagena, toda una tragedia que muchas vidas ha costado y que no se le ve ningún tipo de solución a mediano ni siquiera largo plazo.
Allí está la Sociedad Colombiana con sus arquitectos segundones callando por falta de un P.O.T.
Allí está el arquitecto cómplice esperando que el político o el inversor le dé órdenes.
Allí esta ese arquitecto que tenía en un pedestal y que fue mi profesor convertido en un muñequito de papel que el inversor aprieta y estruja con la mano arrugándolo a su conveniencia.
Allí están todos con la cinta en la boca y el corazón en la mano, embolsados de miedo con una ciudad al frente que se cae a pedazos porque callar es más conveniente que alzar la voz para que se aplique la norma así le pisen la manguera al que tienen al lado y finalmente tomar el rol protagónico que les corresponde.
Como siempre allí está mi email al pie de página para los que quieran escribirme sus opiniones acerca del tema y como mucho gusto les responderé,
¡Un abrazo!
Alvaro Royo
enchina@gmail.com
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