El episodio de intemperancia que ha tenido lugar en el congreso de la República no debería sorprendernos considerando que muchos políticos carecen de moderación; desconocen la frase de Montaigne que reza: “El sabio no está exento de conturbaciones, pero las modera”. Más grave ha sido la confrontación que ha colmado de sangre los campos y ciudades durante 50 años por cuenta de los disensos que se expresaron en el capitolio nacional hace unos días.
En la perspectiva de los eventuales acuerdos de la Habana, ese debate puede llenar de desconcierto a la opinión pues muchos consideran que en un ambiente tal, la paz es imposible. Sin embargo, el llamado que ha realizado el comisionado Humberto de la Calle en el sentido de que el país debe prepararse para los disensos, parece de la mayor importancia.
De la Calle, quien ha ejercido su labor con lujo de competencia, ha dicho que “tiene que haber una campaña muy limpia de discusión en el momento que podamos dar a conocer la totalidad de los acuerdos”. Creo que esa semilla no caerá en el desierto y finalmente la gente sabrá considerar, conforme lo propone el Alto Comisionado, que existe una posibilidad real para superar el conflicto armado en Colombia.
Es de esperar que en este caso las gentes del pueblo superen a sus dirigentes y opten por el partido de la paz; sin embargo las perturbaciones a esa vocación por la concordia no serán pocas. La reciente campaña presidencial dio muestras de lo ásperos que serán los argumentos de los que están en contra de lograr un arreglo político a tantos años de odio.
Está claro que la próxima campaña para elegir autoridades regionales se constituirá en el primer round de esta confrontación pues algunos sectores cuya posición quedo expuesta en el pasado debate presidencial anuncian que es preciso copar el poder local para fortalecer la oposición al proceso de paz, esto es, buscaran alcaldías y gobernaciones para obstruir la eventual refrendación ciudadana de los acuerdos de la Habana.
El anhelo de paz de las gentes del común tiene entonces un reto grande que amerita de la reflexión y moderación que brilla por ausencia en muchos líderes, a fin de decidir el voto favorable o adverso a lo que sea materia de negociación entre gobierno y guerrilla.
No sobra agregar que la paz no se materializa con la firma de los acuerdos. Lo convenido solo dejará un escenario nuevo para abordar la política que ojalá asiente la convicción entre los dirigentes en el sentido de que se llega al poder para favorecer los intereses de las mayorías, que el desarrollo debe incluir y no consolidar los privilegios, que el compromiso de los gobiernos debe encaminarse al restablecimiento de la armonía del accionar de la humanidad con respecto a la naturaleza y que el perdón y la reconciliación es un esfuerzo que vale la pena.
Para ello el país necesitara de sus ciudadanos de a pie, aquellos a quienes muchos ignoran pero que, como lo expresara Borges en el poema Los Justos, están salvando el mundo.