Economía Naranja: transformación social para el desarrollo

Por Andrés Betancourt

John Newbing[1] explica que las industrias creativas son aquellas que generan riqueza a partir de la cultura, y por lo tanto buscan un equilibrio entre el valor comercial y cultural; en ese sentido es importante que exista una regulación sólida de la propiedad intelectual, con el fin de equilibrar los derechos privados del creador y los derechos públicos de los ciudadanos de acceder a la información y a la cultura. Sin un riguroso control de la propiedad intelectual, la economía creativa dejaría de funcionar inmediatamente.

Sin embargo ésta  no goza del reconocimiento como industria y consecuentemente como sector de la economía, porque durante buena parte de la historia de la humanidad, el ingrediente vital de las economías fue el sudor: la mano de obra. En la era industrial del último siglo y medio, fue el dinero: el capital. En la era de la información del siglo XXI es el talento, la imaginación, la habilidad, el conocimiento, o en otras palabras la creatividad.

A medida que las economías mundiales se vuelven cada vez más competitivas y productivas, las claves de su éxito reposan cada vez más en el ingenio y en las habilidades individuales. Hoy por hoy, la gran diferencia entre los productos y servicios que tienen éxito y los que fracasan radica en un buen diseño, tanto de procesos como de productos, y en una excelente gestión de mercadeo.

En general, las industrias creativas enriquecen la vida de la gente, pues definen las características distintivas de diferentes sociedades, al tiempo que ofrecen los medios a través de los cuales las culturas y las comunidades se comunican entre sí; generan placer, color y comprensión, hacen la vida más llevadera y, en buena medida, son una materialización de la mejoría en nuestros estándares de vida. Entre más personas puedan vislumbrar metas económicas que trasciendan las necesidades básicas de alimentación y de vivienda, más querrán consumir bienes creativos. En la actualidad, cuando más de la mitad de la población del mundo vive en las ciudades y tiene acceso casi universal a los sistemas electrónicos de comunicación, las industrias creativas están forjando nuestra experiencia cultural colectiva2.

Economía Naranja

América Latina no debe pensar en un  futuro donde su crecimiento dependa altamente de las materias primas, si bien es cierto deben utilizar su riqueza natural, éste no debe ser el enfoque absoluto para desarrollar su economía; sin embargo estas circunstancias de ventajas naturales, debe ir más enfocada hacia la creación de una sociedad de conocimiento, es decir pasar de un sistema de manufactura a una de mentefacturas y cuando las ciudades trabajan bajo la premisa de “mentefacturas”3, estamos frente a una “Kreatópolis”, en pocas palabras en una verdadera sociedad del conocimiento.

Para lograr que las economías se basen en mentefacturas, es necesario que se desarrolle rigurosamente la regulación de la propiedad intelectual4. El autor sostiene que el único camino hacia la sociedad del conocimiento no sólo es a través de  la investigación y desarrollo científico, también existe una fuerza que es natural a nuestra región que no sabemos que desconocemos y cuyo poder transformador nuestra la evidencia; en eso se basa la economía naranja.

Ahora bien, la economía naranja es el conjunto de actividades que de manera encadenada permiten transformar ideas en bienes y servicios de contenido cultural basados en la propiedad intelectual. Los sectores a los que apunta la economía naranja son, artes visuales, escultura, fotografía, conciertos, desfiles de moda, fuentes ancestrales  como festivales, carnavales, ferias, centros arqueológicos, bibliotecas, museos, gastronomía, cine, televisión, radio, video juegos, arquitectura, publicidad, diseño, joyería, diseño de juguetes.

Para desarrollarla, se necesita un marco legal que permita regular rigurosamente la propiedad intelectual, esto debido a que la base de la economía naranja son las ideas, la cultura y el talento, y el fortalecimiento del trabajo mancomunado de cada uno de sus actores:

  1. Artistas, creadores, escritores, músicos.
  2. Consumidores, fans.
  3. Emprendedores, inversionistas
  4. Gestores, críticos, curadores
  5. Empresas, ministerios, fundaciones, agencias.

Sin perder de vista que es algo que va inherentemente ligado a la gestión de la política pública5. Para ello debe ser clara la dinámica para crear las políticas públicas; y va a ser en la medida que se tenga:

  1. Relación entre oferta y demanda de contenido y de éstas con el  Estado.
  2. Una aproximación que va de la creación al consumo de contenidos, y también viceversa.
  3. El papel central de la ciudad para el desarrollo de la economía naranja (kreatópolis).

Sólo de esta forma Cartagena se abrirá paso a una nueva forma de generar riquezas, y se consolidará como una nueva sociedad del conocimiento, en dónde el insumo básico será nuestra gente.

 

[1] John Newbigin es un escritor y emprendedor cultural con gran experiencia en los campos del cine, la televisión, los medios digitales y las artes. Como asesor especial para el Gobierno del Reino Unido, jugó un papel protagónico a la hora de establecer la idea de la economía creativa como un elemento legítimo y necesario de la política pública. Recientemente John Newbigin ha sido nombrado director de Creative England, nueva agencia nacional inglesa para el fomento de la industria cinematográfica.

2 Newbing J. La economía creativa. Una guía introductoria. Serie de economía y cultura. 2010.

3 Mentefacturas, hace relación a la comercialización de servicios o productos que provengan de las ideas, fortaleciéndose así la sociedad del conocimiento.

4 Duque I. Una sociedad naranja. Recuperado de http//:www.santillana.com.co.

5 Economía Naranja, una oportunidad infinita. Buitrago Restrepo F, Duque Márquez I. BID. 2013.