No sé, Ernesto, no sé – Opinión de Andrés Betancourt

Por Andrés Betancourt González (Especial para Revista Zetta 20 años).-

Un ser humano en silencio.

La mejor manera de hacerle un homenaje a Ernesto Taborda sería escribiendo un sábado en la tarde con un poco de ron escuchando una buena salsa y un poco de son, aquí vamos.

No podemos negar que en la atmósfera social, periodística y política de Cartagena quedamos más que enlutados por la inesperada muerte de Tabo. Describirlo sería cerrar los ojos y recordar su tranquila mirada, su menuda figura, su buen orden y apacible discurso. Un buen hombre en todos los sentidos.

Un ser humano muy valioso, serio, tranquilo y convencido de que el trato era su mayor virtud para la vida y para ejercer el periodismo; esos valores lo llevaron a mantenerse durante  muchos años como editor político del periódico local. Y lo menciono porque en el trasegar de la vida política de Cartagena fue un fiel profesional que ejercía el periodismo desde la óptica política, con la prudencia y el criterio que merece la verdad y la comunicacion. Podríamos decir que vivió y plasmó nuestro acontecer político sin sesgo, con objetividad y criterio. Y es que vivir la convulsión política cartagenera sin ni siquiera ser objeto de prejuicio es ser valiente y decoroso, nunca se apartó de sus principios, era un tipo serio.

Sus entrevistas eran tan pulidas que tenías que tener sumo cuidado en no decir lo indebido porque tal cual lo plasmaba, siempre dijo la verdad. La última vez que me entrevistó fue el primero de enero en la posesión del Alcalde Dau, allá estaba a medio día, a pleno sol en la perimetral ejerciendo su trabajo.

No les puedo negar lo duro que me ha dado su muerte, otro buen amigo periodista me decía al principio de la pandemia que primero morirían los desconocidos y después empezarían a morir nuestros amigos, los conocidos.

Su muerte tambien trae reflexiones sociales y políticas y es que lo que también quiero expresar es que que la muerte de Tabo puedo envitarse, la rabia e impotencia que siento y sentimos todos, es que fue una vida que se pudo salvar.

Ernesto fue otra víctima del perverso sistema de salud, se llenó de miedo y evitó ir al hospital para no tomar mayores riesgos y evitar el coronavirus. Él como periodista y conocedor de la rampante crisis que vive el sistema de salud por la demoledora corrupción, quiso evitar ir al hospital, algunos dirán que por qué no fue y es que él tenía razón, ¿quién se atreve a ir en estos días a un hospital en Cartagena, quién? Tengo una comadre con neumonía igual que Ernesto y le han recomendado que se quede en casa. La muerte de Ernesto es otra muestra que pone en evidencia el miedo que se siente estar enfermo en Cartagena. La falta de oportunidad en el servicio, la falta de medidas dé bioseguridad del personal médico, las condiciones y el estado de la infraestructura hospitalaria, las deudas de las eps todo el perverso sistema que tiene postrada la salud en Colombia y Cartagena fueron las razones que tuvieron que pasar por sú mente y prefirió la seguridad de su casa que el riesgo de ir a un hospital asfixiando su propia vida. Quizás tenía razón.

Evocando la épica entrevista de Ernesto McCauslan a Diomedes Díaz donde hacen apología a la muerte, este último decía que una muerte malvenía de una persona joven lo afectaría mas que otra, que si el supiera que serviría mas muerto que vivo, Diomedes prefería la muerte; termina diciendo que ninguna muerte lo afectaría mas que su propia muerte y le responde finalmente, no sé si sirva más vivo que muerto; no sé, Ernesto, no sé.

Siento como si Ernesto Taborda en carne propia quizo demostrarnos lo débiles que somos y lo vulnerable que nos hace la salud en este país. Su muerte se hace simbólica en medio de esta pandemia que dia a dia encuera al mundo.

No sé, Ernesto, no sé si razón tenías.

Andrés Betancourt G.

Consultor de gobierno.

13 de junio de 2020