Por John Zamora (Director Revista Zetta 20 años).- Por contratos Covid, la Contraloría General de la República abrió 12 procesos de responsabilidad fiscal contra 4 Gobernadores (Arauca, Valle, Cauca, Tolima y Guainía) y 8 Alcaldes. Además, revisa 91 indagaciones preliminares. Son 111 funcionarios cuestionados, pero hasta ahora el único que “botó el chupo” y adujo que se trata de una persecusión personal del contralor Carlos Felipe Córdoba es el alcalde de Cartagena, William Dau.
Osada pelea la que ha decidido cazar el beligerante burgomaestre. Recordemos que ya madreó a los concejales de Cartagena. También tenemos fresca la escaramuza con Bruce MacMáster, presidente de la ANDI y gremios de Cartagena. No hay semana donde no tenga bronca con los políticos de la comarca. Ya desdeñó a funcionarios del gobierno nacional y se la montó al gobernador Blel, su “ex nuevo mejor amigo”. En esta ocasión, el alcalde de Cartagena ha decidido pelear -nada más y nada menos- que con el jefe de un organismo de control.
Retar a un contralor general tiene el mismo riesgo de bravuconear con un fiscal general o con un procurador general, y ese es el tamaño del contendor que ha escogido -con evidente torpeza- el belicoso alcalde Dau.
Tener un carácter desafiante no significa perder los estribos y cazar peleas inútiles, y mucho menos el sentido de la realidad: se trata de una acción institucional que debe ser respondida institucionalmente, y jamás trasladarla al plano personal. Pero Dau no entiende esto, y muchos botones de la muestra lo comprueban.
Si la CGR cuestiona un contrato con presuntos sobrecosos de $193 millones, la respuesta debe ser la explicación de esa diferencia, pero Dau la evade y pretende reducir la discusión a las gesticulaciones y exclamaciones melodramáticas que ya le distinguen. ¿Y cómo se justifican esos $193 millones? No se sabe pues la respuesta necia es que “Córdoba me persigue”.
Un veedor que fue elegido alcalde con la bandera de la anticorrupción no puede permitir que haya un peso, un solo peso cuestionado, ni mucho menos atribuirlo a “primiparadas” o inexperiencia de sus funcionarios. La Alcaldía no es un laboratorio para experimentear hasta que un funconario aprenda: debe llegar sabiendo, y para eso debió servir la famosa agencia cazatalentos ¿O es que el único talento exigido era ser amigo de las neoempresas electorales?
Otro costo de esta y las demás peleas es que ya William Dau ya no es visto solo como el anticorrupto, así no haya cazado todavía el primer ratón, sino como el “chico conflictivo”, el “Kid Pataleta”, el rudo del barrio, que todo lo convierte en problema, en contienda, por todo muestra los colmillos, pero no resuelve nada. En este caso, decir dónde se equivoca la Contraloría al considerar un presunto sobrecosto de $193 millones en un contrato. En otras épocas, otras latitudes, y con otros alcaldes, a eso se le llamaría “corrupción”.
Ya lo dijimos: Las cosas tienen su lugar y su momento, y la beligerancia resultó efectiva para las elecciones, pero para gobernar en tiempos de pandemia es una verdadera torpeza. («Ni baila ni da barato» – https://revistazetta.com/?p=36204)
El contralor Carlos Felipe Córdoba llegó al cargo con notorias virtudes, y ha desarrollado una gestión técnica y ejemplar. Además, ha estrechado la coordinación con el fiscal Francisco Barbosa y el procurador Fernando Carrillo para combatir la corrupción. De seguro le concederá todas las garantías a Dau en este y los demás procesos donde su gestión se vea cuestionada. De lo que no tiene la culpa Córdoba es de la lengua de Dau y la “torpeza” de sus funcionarios.