Análisis de John Zamora (Director Revista Zetta 20 años).- Ahora el turno en el cuadrilátero fue para la Policía Nacional, varias exfuncionarias y un concejal aliado. No se sabe a qué horas duerme o cuándo gobierna, pero está más que claro que la pelea es lo que ocupa la mayor parte de la atención del alcalde William Dau.
“¡Yo soy el alcalde y me tienen que obedecer… pierrrdánseee!”, les dijo a los policías y es la nueva frase para enmarcar e incorporar en el ya abultado libro de escándalos que protagoniza el pugnaz alcalde Dau, quien alargó así su extensa colección de reyertas: gremios, concejales, procurador, contralor, periodistas, veedores, políticos…
Melanio Porto o Napoleón Perea serían los más apropiados transmitir los pormenores de tanto pugilato, cuyos últimos episodios comenzaron con la renuncia de la directora de la Escuela Taller, Alexa Cuesta. Ella dijo que se iba por dignidad y porque nunca recibió apoyo para afrontar los compromisos de la entidad, pero de inmediato recibió un “jab” del alcalde: no renunció sino le pidió la renuncia, todo por andar tomando decisiones arbitrarias…
Al día siguiente Dau se salió de la ropa y anduvo bien sollao en la protesta contra la Policía, de la cual también es comandante. En principio, un alcalde consciente de su responsabilidad institucional no carga contra su propia policía, pero ya la ciudad sabe que la mentalidad de Dau es acentuadamente sinuosa en esos aspectos.
Para rematar su pugilato y seguir pisando el terreno más cómodo para él, el de la denuncia con el comodín verbal de “presunto”, decidió abrir un nuevo capítulo.
Dado que el Libro Blanco ya terminó, pero la denunciadera no se detiene, la emprendió por las redes oficiales de la Alcaldía contra varios objetivos.
El primero colinda en la traición política y es que atacó al concejal Javier Julio Bejarano, quien hace parte de la coalición de gobierno. Le dijo que tenía “culillo” y dio a entender que estaba entregado a la bancada malandrina del Concejo.
Julio le respondió de pies a cabeza: mientras Dau vivía en EEUU, él daba la batalla desde los barrios de Cartagena. Que no está para servir a caudillos sino a causas. Que su partido va a evaluar dejar de ser de gobierno para declararse independiente.
La moraleja de esta trifulca es que el único aliado que Dau respeta es a Dau mismo. Todos los demás pueden ser sujetos de su ira y su trueno. ¡Ojo Verdes… ojo Mira… Ojo funcionarios… Ojo Cartagena!
En el pughilato faltaba una oponente que le ha dado varias trompadas en la quijada a Dau. Se trata de Jacqueline Perea, la opositora que montó el Libro de la Verdad, para contrarrestar el libro Blanco. Ella sostiene que Dau es evasor de impuestos y corrupto. Ahora Dau dice que no aparecen los computadores de Familias en Acción, donde ella fue enlace. En la planilla de los jeces de boxeo, va ganando Perea… solo es mirar el calibre de las recíprocas denuncias.
Pedrito Pereira tiene la mala suerte de ser el alcalde que precedió a Dau, lo que lo hace blanco de sus habituales ataques, y sus colaboradores ya están habituados a rectificar cada improperio. El turno ahora fue para Martha Seidel, por un tema de una conciliación sobre el emisario submarino y Aguas de Cartagena. De nuevo, las explicaciones han tenido más consisetencia que las denuncias.
En el último reound está la abogada Hermelina Meñaca, quien por años ha sido la directora de la Unidad de Contratación de la Secretaría de Hacienda. Un defectuoso y atronador equipo de aire acondicionado en su oficina le causó traumatismo auditivo, pero Dau no “comió de cuento” y la declaró insubsistente, con un ingrediente no menor: es la esposa del concejal Óscar Marín, con quien también tiene una controversia por su para en el Fondo Distrital de Pensiones. Una tutela la tiene de regreso. Otra derrota de Dau.
¿Y las grandes transformaciones para Cartagena? Camino a la derrota…