Por John Zamora (Director de Revista Zetta). (02-01-21).- ¿Ébola o covid? ¿Sida o cáncer? ¿Continuidad o revocatoria? Cada quien escoge la opción que más le guste -o que menos le repele- en una ciudad condenada, por punta a punta, a seguir en su fracaso.
Incapaces de unirnos, los cartageneros hemos decidido saltar al vacío antes que encontrar una solución sensata a nuestros males. Cual suicida apostado en el borde de un puente, la ciudad creyó que no había otra salida. Antes que seguir en manos de la corrupción, 113 mil votantes optaron dar el salto al vacío con William Dau, y aquí andamos, rodando cuesta abajo, aporreados, sin asomo de final a nuestras desventuras.
El escenario es desalentador, frustrante, decepcionante y, lo peor, irreversible. Con Dau ya se ha comprobado que no hay espacio para nada distinto a sus obsesiones, que no tenemos agenda de ciudad, que andamos de bandazo en bandazo, insulto en insulto, pendencia en pendencia, barrabasada tras barrabasada, y que la miopía instalada ve la corrupción en el malandrín ajeno, pero no la viga en el santurrín propio.
Ya va uno y faltan tres años mas de sordera, soberbia y sobradez y nada, pero nada, cambiará. Legitimidad dilapidada escrita con D de decepción. Y es que la credencial de Dau dice alcalde por cuatro años, sin mediar certificado clínico psiquiátrico ni licencia circense de funcionamiento. Como Manolo, ¡Dau va!
Así están las cosas en este panorama real y aterrizado. ¿Cómo podemos arreglar este desastre, que a todos nos perjudica? (Menos al Consejo Gremial que vive en la ciudad de las maravillas). Algunos han visto en las opciones que da la democracia, la figura de la revocatoria, en la cual sostenemos que toda la ventaja es para Dau: el mecanismo es tortuoso, lleno de vericuetos legales; electoralmente es cuesta arriba, y para colmo de desdichas, llega cuando el alcalde tiene un presupuesto fresco de más de billón y medio de pesos aprobado por el Concejo para inversión.
En el archidificilísimo escenario que la revocatoria se concrete, Dau dejaría el poder, regresaría la interinidad, iríamos a elecciones y vendría un alcalde para terminar el periodo, en una ciudad terminada de volverse un ruinoso etcétera, atiborrada de escombros por las divisiones políticas y la frustración ciudadana.
Así las cosas, lo que la ciudad debe pensar es ¿qué es peor? ¿Seguir en caída libre sin paracaídas con Dau o regresar a la interinidad y la convulsión política tras una revocatoria?
En esta tormentosa encrucijada, bueno rescatar el pensamiento de Álvaro Gómez Hurtado cuando el país sucumbió a los dineros del narcotráfico en la campaña que llevó a Ernesto Samper a la Presidencia, y el asesinado dirigente planteaba su tesis de «Hay que tumbar al régimen”: «El presidente Samper no se puede ir, pero tampoco se puede quedar”.
Traducido para Cartagena y actualizado a nuestra realidad:
Dau no se puede ir, pero tampoco se puede quedar.