Por Horacio Cárcamo Álvarez (Especial para Revista Zetta).- Cartagena de Indias, 6 de agosto de 2021.- La “joya de la corona”, como en algún momento de la historia se le conoció a Cartagena por su importancia estratégica en el Mar Caribe y su consolidación comercial, política y militar en los reinos de la corona española, es una ciudad en decadencia.
La pobreza que arruina su tejido social, el hambre padecido por sus habitantes como consecuencia de un modelo económico y político excluyente, la falta de oportunidades educativas y laborales con trabajo de calidad, la concentración del ingreso y la ignominia a la que permanentemente se le somete, han convertido a Cartagena en una vergüenza nacional como le llama Javier Ortiz Cassiani columnista de El Espectador. Dos ciudades; una opulenta admirada por turistas y otra donde sus habitantes se encuentran en condiciones de pobreza, igual o peor, a la del África subsahariana.
Anteponer al valor de la dignidad humana la frialdad de unas estadísticas para distorsionar la ética pública es diciente y nos permite identificar a una ciudad o un Estado cuando están en decadencia. En un reciente editorial El Universal – diario local – estimaba “inaudito” el hecho que solo el 27.8% de los hogares cartageneros lograran tres ingestas de comidas al día, según lo revelo el Dane en su última encuesta de Pulso Social, cuando antes de los confinamientos lo hacían el 67.5%.
Si Cartagena fuera más solidaria, menos discriminatoria, con una sociedad y un gobierno ética y moralmente comprometido con el bienestar de la gente, los líderes de opinión y la sociedad en general debían indignarse si uno solo de los hogares o una sola persona en la ciudad le tocara aguantar la crudeza del hambre. Si así fuera entonces lo “inaudito” sería que en un Estado Social de Derecho, y en una ciudad entre las que más aportan al producto interno bruto de la nación, con un desarrollo extraordinario en los sectores de puertos, industria, turismo y construcción, según investigaciones documentadas por el Centro de Estudios Económicos Regionales del Banco de la República haya personas que se acuesten sin comer.
Esta crisis no nació ayer, ni llegó con Dau. Desde tiempos coloniales Cartagena se ha caracterizado por profundas desigualdades sociales y económicas. En la Colonia la gran mayoría de la población era pobre y esclava de grilletes. Y todavía esa mayoría se mantiene pobre y esclava – ahora – de la exclusión social. Dau solo es un mal alcalde. Alguien sin ideas para gobernar, con buenas intenciones y un gabinete sin experticia en lo público e improvisado para el momento histórico; pero es el alcalde del pueblo.