Abstencionismo y desafección política – Opinión de Carlos Féliz Monsalve

Por Carlos Féliz Monsalve (Especial para Revista Zetta).- Cartagena de Indias, 23 de noviembre de 2021.- Amén de muchas interpretaciones, abstencionismo se refiere más específicamente al ausentismo electoral de los votantes, es decir, a su ausencia consciente de las urnas. Este comportamiento no es fortuito sino deliberado, no es casual sino causal, no se refiere a la ausencia del elector por enfermedad, problemas de censo electoral u otras razones ajenas a su voluntad, sino a una actitud deseada, premeditada, un silencio o pasividad que expresa una voluntad de rechazo a los partidos, a los candidatos, o al sistema político; es una desafección política pura, un acto de desobediencia civil o manifestación clara de protesta al orden político existente.

En muchos países se ha tratado de combatir con el voto obligatorio, a partir de la premisa de que el sufragio es una importante función pública porque implica la ejecución de un derecho de interés general y que el votante es un actor encargado de tomar determinadas decisiones, por lo cual debería estar obligado a desempeñar su función pública como los demás funcionarios y/o actores democráticos lo están respecto de las suyas.

En este sistema, votar es un derecho político y un deber cívico ineludible, por tanto en el voto obligatorio la ley conmina al ciudadano a participar en todos los actos de sufragio para los que sea convocado bajo amenaza de una sanción legal si no lo hace, no pertenece al ciudadano la decisión de votar o no, sino únicamente la de cómo votar; en cambio en el voto voluntario que parte del supuesto de que el voto es un derecho renunciable, el ciudadano es dueño de la doble libertad, la de votar o no votar, y la de cómo hacerlo.

Esta decisión cívica en Colombia hoy se ve afectada por los grados de desafección política presentes en nuestra sociedad, entendida esta como el comportamiento de distanciamiento cognitivo y afectivo respecto de todo aquello que se califica explícitamente como político o a lo que se le atribuye esa relación o significado.

Avanza una concepción de una ciudadanía despolitizada basándose en valores ciudadanos como la solidaridad y el respeto por las normas vigentes. La gente desenganchada de la política es escéptica ante la misma y ya se dan prácticas alternativas a la política tradicional.

Es importante sintetizar que este distanciamiento de lo político puede partir de muchas posibles causas como ausencia de referentes ideológicos que lleva  a ver una política sin proyecto de futuro, simple y cortoplacista, llevando también a una pérdida de compromiso y de esperanza en un futuro mejor por el que valga la pena dar la pelea.

La evidencia palpable hoy de que lo político ya no transforma para bien la vida de los ciudadanos, se asume que no gobierna el pueblo y sus representantes políticos, sino las circunstancias y los mercados, las grandes decisiones muchas veces no se toman en el Congreso, ni a través del ejecutivo, sino que proceden de otras instancias de poder; a la vez estas instancias no son elegidas democráticamente, no se sustituyen con elecciones y no responden políticamente por sus actos. Se está asistiendo a un desprestigio de lo público, de lo que es de todos, frente a lo de cada uno, únicamente existen derechos y no deberes o responsabilidades u obligaciones; es un proceso de individualización de valores, creencias e intereses, ya  no hay proyectos de todos, sino proyectos individuales, la crisis económica y los problemas de incertidumbre frente al empleo y su ausencia en los debates públicos. 

Los nuevos modelos de comunicación de lo público nos llevan a analizar que estamos en un mundo hiperconectado, donde es mucho más complejo formarse y estructurar una opinión con bases sólidas sobre asuntos públicos y donde los principales intermediarios se mueven hoy prioritariamente por intereses económicos, ideológicos y empresariales, los medios de comunicación transformaron la comunicación política y la manera de hacerla, tanto en la forma, con más peso en la imagen, en la simplicidad del mensaje, como en el fondo, imponiendo un remolino político, la generación de acciones y discursos para que el de cada uno, el del partido o el del grupo, sea el marco de referencia en el que se muevan las emociones de las personas.

Solo se ve la “realidad” que aparece en los medios, se genera una campaña permanente donde muchos políticos están más interesados en posicionar un mensaje que entregar argumentos para el debate y la deliberación pública.

No es menos cierto que existe una falta de liderazgo en democracia, baja credibilidad de actores políticos y de líderes sociales, les falta la visión del consenso que esté por encima de luchas de partidos, en busca del diálogo social que conduzca al bien común, debe darse con la despolitización de todo, acabar el sectarismo y el insulto, siempre buscando distanciarse de la polarización que tanto daño le ha hecho al país. La relación de confianza que surge de la representación política se encuentra acabada debido a la pérdida de credibilidad del ciudadano en sus representantes por los incumplimientos electorales, falsas promesas y poca coherencia entre lo que se dice públicamente y lo que se hace a nivel personal por parte de políticos y líderes sociales, dejando la sensación que se incursiona en la vida política por intereses personales y no por fines sociales; se debe ser político de vocación, y no de profesión.

Los partidos políticos muchas veces caen en prácticas o errores en su organización, donde se evidencia la verticalidad, excesos jerárquicos, inexistencia de debates internos, ausencia de diálogo social fluido con la ciudadanía y el sectarismo o fanatismo miope; todo esto constituye un potencializador de la llamada desafección política. La corrupción y la impunidad llevan a la ausencia de credibilidad en muchos de nuestros políticos, y sobre todo la no imposición de sanciones ejemplarizantes que llevan a la percepción del mal funcionamiento de los operadores judiciales y de los órganos de control legislativo y administrativo, lo cual aumenta la sensación de impunidad y genera además de desconfianza, la muy conocida expresión  “Todos los políticos son iguales”, afirmación que de bulto es falsa.

Así mismo, se ha promovido una democracia de espectadores y no de participantes, donde se dispersa a la sociedad civil y se le debilita frente a maquinarias partidistas, la presencia de los partidos políticos en todos los temas de sociedad coopta en muchas oportunidades la representación de otros actores políticos y/o movimientos no partidistas, se fomenta la polarización social, y ha llevado a los ciudadanos a que dirijan su interés hacia autonomías privadas y fuerzas independientes, que solo los lleva a creer en lo que ellos estructuran o en lo que contribuyen.

En estos temas la educación no ha sido la protagonista, brillando por su ausencia en el aprendizaje de lo público, de la participación, la cultura ciudadana, hasta de la desaparición de las materias y/o asignaturas de cívica y comportamiento en sociedad.

En conclusión, se están generando movimientos sociales, espacios de diálogo con apolíticos, pero también con buenos políticos que reclaman participar, dando cabida a toda la sociedad civil, a todas las expresiones democráticas, a todos los liderazgos positivos, a las mujeres, jóvenes, poblaciones diferenciales, agentes comunitarios y demás formas de agrupación que permitan el actuar efectivo en la transformación social, construyendo sobre lo construido y partiendo de la base de mejorar en asuntos primordiales como la democracia, las reglas de desarrollo económico, político, social y ambiental, el bienestar del ciudadano, y construir una agenda de prioridades donde lo esencial sea lo colectivo, el procomún, y la estabilización positiva bajo reglas constitucionales, el respeto a servicios esenciales, justicia, trabajo, propiedad privada y oportunidades para todos, bajo principios de equidad, igualdad y respeto; es apuntarle a la participación democrática, al ejercicio del voto, a derrotar la abstención, y a manifestarse en las urnas como debe ser, es disminuir la desafección política, competir en democracia, regirnos por la decisión inteligente de las mayorías, al final, es transformarse, no dejar que nos transformen.

Unidos dentro de las diferencias hacia propósitos colectivos para todos.

Carlos Feliz Monsalve

23 de noviembre de 2021