Por Aníbal Therán Tom.- Especial para Revista Zetta.- A sus 42 años no deja de desesperarse. La primera vez que lo vi fue hace poco más de 19 años manipulando una máquina Multilit, para la época ya vieja, donde mágicamente aparecían impresiones, con la destreza de un artesano. En ese tiempo, Juan Carlos Díaz, un escritor con alma de niño bueno, había montado un pequeño negocio tipográfico para solventar, junto a Asaad Oliveros Ramírez, las apremiantes necesidades de la vida. Recuerdo que le pregunté, sin ambages, por qué le habían puesto ese nombre de ascendencia árabe si sus apellidos eran sucreños, para más señas. Él me respondió con una sonrisa de protocolo, de esas de oreja a oreja: “me tocará preguntarle a mi mamá”. La conversación continuó sin pretensiones, acompañada por unas cervezas extranjeras, que el dueño de la casa compraba en un almacén de cadena. Asaad, parco por naturaleza, casi no hablaba. Solo miraba a su alrededor como queriendo arrancar los detalles de un cuadro hecho por un artista sanjacintero, donde una gaita se enredaba en un tambor. Pero quizá por el efecto del alcohol, se decidió por hablar y contar que había llegado de Sincelejo con sus padres a abrirse camino en Cartagena, y que por sobrevivir había hecho de todo desde empajar mecedoras, hasta arreglar chécheres viejos. Pero un día el olor a tinta se le metió en el alma y un litógrafo reconocido, Oscar Terán, para ser exacto, lo acogió en su empresa y le enseñó los secretos de ese arte. Para esa época, Asaad o “El Chino” ya había recorrido un camino largo y trabajaba de día en la sección de fotomecánica del hoy extinto Periódico de Cartagena y por la noche imprimía en la Multilit lo que se le apareciera.
Siento que desde esa tarde me regaló su amistad sincera. Unos meses después, El Periódico de Cartagena desapareció y entonces le tocó agarrar el “toro por los cachos” y enfrentarse al mundo de los independientes con Gráficas Diassa. Allí se fue abriendo camino, trabajando para diferentes empresas con la mágica Multilit, para seguir ayudando a sus padres y hermanos. Un tiempo después, “El turco Asaad”, como también lo llama “Pacho”, el dueño de una reconocida licorería del Centro Comercial Getsemaní, creo Edigraff, una empresa con la que se consolidó en el mercado.
Siento que Asaad no ha cambiado. Es el mismo, luchador incansable, mamagallista con sus amigos y cumplidor de sus deberes. Siempre está pendiente de los detalles de la impresión, y he sido testigo de la calidad de sus trabajos. Sin embargo, desde hace 12 años cuando formalizó su vida con Arneidis López Romero, de cuya unión, nacieron Sebastián y Juan Esteban, se volvió más aplomado. Hoy continúa al frente de Vistaprint, una firma reconocida en el mundo de las artes gráficas, con las mismas ganas de cuando empezó.
Días después de conocerlo, se me acercó una tarde bohemia y me dijo al oído: “Mi mamá dijo que el nombre que llevo se lo robó a un turco emprendedor y buena gente que vivió en Sincelejo”.