“Si hubo alguien que acabó con cuarenta años de Guerra Fría global ese fue él.”
Por Pastor Alonso Jaramillo (especial para Revista Zetta).- Cartagena de Indias, 5 de septiembre de 2022.- Esta categórica afirmación es expresada por Eric Hobsbawm, historiador marxista británico, – quizás el más importante de nuestra era – en el texto de su autoría Historia del Siglo XX, en el capitulo dedicado al final del socialismo. A lo que añado que no solo acabó con la Guerra Fría global y la constante amenaza de un conflicto nuclear, sino también dio por terminado el siglo XX – en palabras de Hobsbawm la historia del SXX en realidad abarca por sus sucesos determinantes de 1914 a 1991- , se le desmigajó la URSS en sus manos con sus reformas y además hizo que implosionara la cortina de hierro, lo que tuvo como consecuencia no pensada que hoy Europa sea lo que es, una Unión Supranacional de Estados con un modelo constitucional comunitario único en el mundo, que ha superado el derecho internacional público.
Sí; todos esos sucesos se derivan de las acciones de un solo hombre: Mijaíl Gorbachov, quien falleció el pasado 30 de agosto de 2022 a los 91 años. Su muerte me motivó a escribir esta columna en la que abordo algunos elementos que desde hace rato quería tocar ya que en estos años de pandemia se han presentado varias efemérides supremamente importantes; merecedoras de un detallado escrutinio, porque impactan nuestro tiempo y los que vienen. Es por tanto importante recordar que en 2021 se conmemoraron 30 años de la disolución de la URSS, 100 años del Partido Comunista de China, 90 años del Partido Comunista de Vietnam, y, un poco antes, en 2020, China logró una hazaña impensable hace tan solo 40 y tantos años cuando empezaron las reformas, como lo es la erradicación de la pobreza extrema tal y como constata Naciones Unidas.
Pero ¿por qué mezclar un escrito sobre Gorbachov, las consecuencias de sus reformas y todas las aludidas efemérides? Estimo que porque nadie como él sirve mejor de ejemplo para evidenciar porqué el comunismo implosionó en la URSS y sus Estados satélites del Pacto de Varsovia y no pasó lo mismo en China y Vietnam que hoy exhiben esa misma arquitectura política de partido único con unos éxitos económicos incontestables que no pudieron alcanzarse jamás bajo la Cortina de Hierro.
Para empezar hay que decir que todavía es un quebradero de cabezas para los historiadores entender como un hombre idealista, bonachón, simpático, carismático y profundamente reformador se hizo con las riendas de la nomenklatura de la URSS en 1985. Y es que la tradicional forma de ascenso al poder en la URSS se daba, como lo cuenta Hobsbawm, desde la fábrica hasta la cúspide del Partido-Estado, teniendo los antecesores de Gorbachov el común denominador de ser agrónomos o ingenieros, más no abogados como él, quien al llegar al poder, ante el hundimiento económico de la Unión Soviética fruto del aplazamiento de las reformas desde la era Brézhnev que gracias al aumento de los precios de los hidrocarburos en los años 70, así como a su incapacidad de anticipar los cambios por su enfrascamiento en el deseo de profundizar la carrera armamentista, no fue capaz de abrir el camino para unos virajes en materia económica que se venían haciendo necesarios en el régimen en virtud de que las economías esteeuropeas bajo el telón de acero habían perdido ya para los años posteriores a la Edad Dorada (1950-1975), vitalidad en la producción y exportación de bienes, equipamiento y maquinaria, girando todas en torno a la URSS convertida para esa época ya en una colonia de explotación y exportación de petróleo y gas, solamente. El derroche, la consecuente corrupción y mercado negro de poder, además de la autocomplacencia de los años de Leonid Brézhnev ocasionaron que, paradójicamente a lo que sin un detallado escrutinio histórico pueda pensarse, el mayor damnificado de los años posteriores a la Edad Dorada y la Crisis del Petróleo, haya sido la Unión Soviética que debido al chorro de dinero descomunal que le ingresó en aquellos días, gastó a mano rota como sino hubiera mañana y no dinamizó su economía industrial y otrora diversa, con cambios como el sistema de precios y otros que se venían debatiendo. En este punto es importante recordar que los indicadores de esperanza de vida al nacer eran superiores para estos años en países del centro de Europa frente a países esteeuropeos satélites del URSS, lo cual evidenciaba la imposibilidad de garantizar socialmente mayores estándares de bienestar al interior del telón de acero en contraste con naciones occidentales.
Ese panorama fue el que recibió Gorbachov en el año de 1985, decidiendo de entrada por motivos económicos acabar con la carrera armamentista que estaba desangrado financieramente a la URSS y encima de eso renunciar al uso de la fuerza donde quiera que dentro del Pacto de Varsovia se requiriera como antes había ocurrido en Checoslovaquia y Hungría. Dejó entonces que cada quien se las arreglara como pudiera, para tratar sus temas internos y no se volvieron a ver tanques y soldados soviéticos reprimiendo a manifestantes en ningún punto de Europa del Este. Gorbachov cortó el apoyo militar, la represión y el uso de la fuerza que habían sido amalgamas determinantes de la solidez del sistema político de la Cortina de Hierro, lo que desde luego empezó a incomodar afuera y adentro de la URSS a la rancia nomenklatura comunista. Ahora bien, no paró ahí; en el plano interno empezó toda una batería de reformas de las que se habla mucho refiriéndose a la perestroika que básicamente era una reestructuración política y económica, olvidando comúnmente la glasnost o libertad de información. Estas medidas, extrañas a las entrañas del Partido Comunista Soviético, no solo las vio Gorbachov como necesarias sino también ajustadas a sus convicciones que lo habían llevado, incluso antes de su ascenso al poder, a simpatizar públicamente con las posturas socialdemócratas del Partido Comunista Italiano, pero el problema es que agilizar tantos cambios liberalizadores, en tan poco tiempo, con una crisis económica profunda encima, en un sistema anclado en un férreo manejo de poder, orden y estabilidad, lo que provocaron fue toda una tragedia en cámara lenta que asomó sus mas profundas grietas con la resistencia dentro del bloque de Polonia de fuerte sentimiento nacional-católico-antirruso, la caída del Muro del Berlín en 1989 y el independentismo de las repúblicas Bálticas, a lo que ya en los tiempos de Gorbachov, como antes lo dije, no se les iba a dar el tratamiento del recurso de la fuerza para aplastar los malestares. Lo que siguió de ahí para adelante fue, lo repito, una tragedia en cámara lenta a la que Occidente solo podía observar y a la que siguió la tensión en medio de la cual quedó Gorbachov, entre la línea dura del PCURSS y de los jerarcas comunistas de Europa del Este y el resentimiento de hombres mediocres como el borrachín de Boris Yeltsin que, como solución, apeló a las banderas del nacionalismo ruso, lo cual fue replicado por otros mandamases del Partido Comunista dentro de las repúblicas federadas como ocurrió en Bielorrusia con Aleksandr Lukashenko y en Kazajistán con Nursultán Nazarbáyev, ambos, bastante mencionados en los últimos años.
Con todo, hay que decir que los ciudadanos de la antigua URSS no deseaban su disolución como lo muestran estudios hechos en aquellos años.
Gorbachov, tristemente, no pudo reformar lo que quiso, e hizo implosionar aquello que pretendía mejorar.
China y Vietman
Cuestión distinta lo ocurrido en China y Vietnam cuyos regímenes de Partido-Estado, viven hoy como ideologías nacionales en clave de organización y un tanto de doctrina, con unos resultados colosales en materia de desarrollo económico a partir de las reformas iniciadas por Deng Xiaoping en China después de la muerte de Mao, y en Vietnam a partir de la política del Doi Moi adoptada en los 80. En estas dos naciones esteasiáticas no se avizoran como deseables ni mucho menos necesarios los cambios políticos demoliberales que Gorbachov, posiblemente de forma equívoca, visualizó y cuando ha habido escaramuzas de ello, se ha optado por acciones de garantía de orden y estabilidad. Los impresionantes desarrollos económicos vistos en China y Vietnam sin parangón en la historia humana, serán objeto de otra columna, pero por el momento, pese a todo lo que se pueda decir, bueno o malo de Gorbachov, es humana e intelectualmente honesto mencionar que fue él y solo él, como lo dijo Hobsbawm, quien acabó con la Guerra Fría y la amenaza de una confrontación nuclear que siempre estaba en el pensamiento de quienes sentimos ese temor y que si no hubiera sido por él, muy posiblemente los tiempos que vivimos no fueran los mismos. El sueño de la Unión Europea es hoy la realidad que es, en gran medida por las acciones de Gorbachov, que permitió que su motor, Alemania, se reunificara.
El fin de la URSS, la Guerra Fría, la carrera armamentista, la amenaza de la guerra nuclear, y el del siglo XX en clave de la interpretación de sus hechos más relevantes como Hobsbawm en su libro lo señala de 1914 a 1991 fueron obra de un solo hombre y ese es Mijaíl Gorbachov. Los demás relatos son solo ciencia ficción y aventuras de Marvel Comics o quizás de Strangers Things en algunas de las temporadas venideras. No hubo ningún triunfo de Occidente sobre el bloque soviético y la fama de Gorbachov de este lado del mundo se debe a lo mismo por lo cual en Rusia no es visto como un héroe sino como un personaje protagonista de una humillante tragedia nacional.
Descansa en paz Mijaíl Gorbachov, el hombre que liberó a la humanidad del Holocausto Nuclear.
Pastor Alonso Jaramillo Robles
Miembro de la Alianza de Amistad Colombo-China