“En 1949, cuando tomaron el poder en China tras barrer sin esfuerzo a las fuerzas de Kuomintang en una breve guerra civil, los comunistas se convirtieron en el gobierno legítimo de China; en los verdaderos sucesores de las dinastías imperiales después de cuarenta años de interregno. Y fueron fácil y rápidamente aceptados como tales porque, a partir de su experiencia como partido marxista-leninista, fueron capaces de crear una organización disciplinada a escala nacional, apta para desarrollar una política de gobierno desde el centro hasta las más remotas aldeas del gigantesco país, que es la forma en que – según la mentalidad de la mayoría de los chinos- debe gobernarse un imperio.”
*Erick Hobsbawm, sobre la Revolución China, Capitulo XVI, EL FINAL DEL SOCIALISMO, Historia del Siglo XX, página 463.
Por Pastor Alonso Jaramillo (Especial para Revista Zetta).- Cartagena de Indias, 7 de diciembre de 2022.- Traigo a colación esta cita del historiador más importante de nuestra época para iniciar este articulo evidenciado la simplicidad y la vulgaridad con la que el mainstream de opinadores públicos – por demás un grupo muy pequeño, pero a los que se les considera siempre como la “opinión pública”- de las democracias occidentales, o más precisamente, de las democracias liberales del Atlántico Norte, suele aborda todo cuanto ocurre en China en su forma de hacer política ignorando que el poder en el “Reino Medio” – o, Zhongguo, nombre con el que tradicionalmente se llamó la China a sí misma-ha sido, por muchísimo tiempo, una muy concreta, sólida y antiquísima idiosincrasia política, con más de dos milenios de tradición, solo interrumpida algunas veces. Y es que, en China, como nos lo recuerda no solo Hobsbawm, sino también unas de las mentes más ilustradas de la política como filosofía de la acción y como ciencia, en su doble condición de académico y Ex Secretario de Estado de los Estados Unidos, Henry Kissinger, en su portentosa obra sobre China, llamada “China” – texto terminado en 2012 y que este escribió desde la casa de su amigo Oscar De La Renta, En Punta Cana – el logro de la unidad política nacional se dio hace 2300 años; esto es, mucho antes que surgiera la idea de Estado y de Estado Nación que son obra de la modernidad europea y aquí voy a hacer un breve excuso porque el asunto lo amerita ( muchas personas, inclusive dentro de la academia, acostumbran a llamar Estado a toda forma de unidad política sin consideración a la época; por ejemplo: se cita a David como el primer unificador del pueblo de Israel y por tanto creador del “Estado de Israel”; o, se señalan a las Polis griegas como “Ciudades-Estado”; o, por citar otro caso se habla de las distintas formas del “Estado en la Roma antigua”; y, así, un largo etcétera, de casos, con lo cual solo se cae una enorme imprecisión, imperdonable desde la precisión de la filosofía política y de la historia de las ideas políticas, ya que la palabra Estado es de linaje intelectual moderno teniendo a Maquiavelo como su originador, de donde se colige que es absolutamente desatinado nombrar a las formas de unidad política anteriores a la Modernidad como Estados. De hecho, Giovanni Sartori en su libro titulado “Democracia Cosa é” de 1993, explica que las Polis griegas no eran “Ciudades-Estado” como comúnmente se les llama, no solo por el desfase en el uso de la palabra Estado, sino también porque eran más que todo ciudades-comunidades donde las personas se encontraban enteramente integradas dentro de un ethos que permeaba todo, por lo que, además, también valga decirlo, la democracia como creación política de la Grecia Antigua, en realidad de solo una parte de ella, no es antecedente y poco tiene que ver con la democracia liberal de hoy día. La relación de la Polis con los Polítes, sus miembros individuales, era la de acatamiento de un órgano con su organismo; de ahí, la diferencia imposible de conciliar entre la idea de democracia de los antiguos y la de los modernos. En resumidas cuentas, la palabra Estado debe ser proscrita del lenguaje técnico de la filosofía, las humanidades y las ciencias sociales para referirse a unidades políticas premodernas. Fin del excurso).
Pero bueno, siguiendo con el asunto, la forma en que China se gobierna y ha sido gobernada, desde hace como ya dije, más de dos milenios, nada en absoluto tiene que ver con las ideas democráticas liberales del Atlántico Norte; esto es, con el transito histórico que hizo derivar las ideas reformistas de Lutero y su imprevista mutación – hay que precisar que el liberalismo como edificio conceptual es una consecuencia inesperada e indeseada de esas ideas – en el liberalismo político y más tarde en la democracia moderna para llegar a ser el demoliberalismo constitucionalista que las democracias liberales del Atlántico Norte quieren imponer al mundo, incluso recurriendo a la viejísima táctica de la tierra arrasada o quemada. La democracia de los modernos no tiene como dice el precitado Sartori, el gran estudioso de la democracia, el más juicioso en mi criterio, en otro de los apartes del texto aludido raíces que permitan su desarrollo en China, así como tampoco en Oriente Medio y en África, por lo que las calificaciones de tiranía para referirse a la República Popular China, solo muestran la pereza analítica y lo repito, la vulgaridad, con la que el mainstream de opinadores públicos en Occidente suelen abordar todo cuanto tenga que ver con la administración pública de una Nación que se autopercibe como un Imperio con una mayoría de edad superior a dos milenios y en la que además, durante todo ese tiempo, incluyendo nuestros tiempos, se ha visto como el centro y modelo de la civilización mundial (Hobsbawm, Ibíd., página 460).
Por eso es importante ya entrado más en detalle, precisar y enfatizar que la República Popular China, no es una tiranía; eso es un simplismo, un lugar común, que tiene quizás no su origen, pero si su mayor impulso en un prejuicio occidental construido desde la antigüedad y que tiene su pináculo metafísico en Aristóteles que decía que los orientales eran inferiores a los racionales griegos – Occidente es heredero de la Grecia Antigua-, ya que aquellos eran reconocidos por su “esclava devoción a los sentidos” y que por esa racionalidad estaban llamados, los griegos, a gobernar a los otros pueblos, como se puede ver en este fragmento de la película “Alexander” de Oliver Stone, en la que se ve al filósofo griego enseñándole esto a su más afamado alumno, el político más importante de la historia, Alejandro Magno https://www.youtube.com/watch?v=mzTJz3nVHuE. (Para mejor y mayor profundización de lo dicho por Aristóteles, leer su obra, La Política, 1327b)
Esta errada lección aristotélica que ha marcado las relaciones de Occidente con el resto del mundo hasta nuestros días – como anécdota hay que recordar que Alejandro no lo aplicó pues consideró como iguales que los griegos a los persas, egipcios y orientales que conquistó – , se nota, mucho más especialmente en el caso de china, harto insuficiente cuando se analiza la realidad, autóctona, de que la República Popular China y su Partido-Estado, el Partido Comunista Chino, es la expresión política y administrativa actual de una unidad política de notable continuidad, para usar las palabras específicas de Kissinger (Kissinger, Henry. 2012. Página 22). Y que, el Partido Comunista Chino con su organización marxista-leninista es el Imperio redivivo (Hobsbawm, Ibíd., página 463), beneficiado de las continuidades milenarias de la historia china, que establecían tanto la forma en que el chino medio esperaba relacionarse con cualquier gobierno que disfrutara del “mandato del cielo”, como la forma en que los administradores de China esperaban realizar sus tareas (Hobsbawm, Op., cit).
Toda esta legitimidad histórica del PCCh internalizada por la población de forma monolítica además se ha sido ayudada de alguna manera porque China desde el siglo XIX hasta la primera mitad del siglo XX, fue violentada, humillada y despedazada territorialmente – esto no debe remontarse a la toma de Macao en el siglo XVI por los portugueses- por las potencias occidentales, en especial los ingleses mediante las Guerras del Opio, a los que se les sumarian los franceses que llegaron, junto a los británicos a pisotear y humillar a los chinos en el Palacio Imperial de Verano el cual destruyeron, y después de forma brutal y sanguinaria por su vecino, Japón – cabe recordar que la barbarie de Occidente contra China consiguió llevar al fin del Imperio con el colapso de la Dinastía Qing en 1912. Recomiendo para entender esta tragedia, ver la película ganadora de 9 Oscares, “El Último Emperador”, del director Bernardo Bertolucci https://rakuten.tv/es/movies/el-ultimo-emperador -. Por ello como bien lo describe Hobsbawm, el ascenso y entronización exultante, introyectada con orgullo nacional por la población china del ascenso del PCCh era así y de esa forma porque “para la mayoría de los chinos esta era una revolución que significaba ante todo una restauración: de la paz y el orden, del bienestar, de un sistema de gobierno cuyos funcionarios reivindicaban a sus predecesores de la Dinastía T’ ang, de la grandeza de un imperio y una civilización. (Hobsbawm, Op., cit).
Por tanto, el PCCh, frente al pueblo chino, es hoy día la forma contemporánea y legitima de una civilización que se autoconcibe misma con una altísima autoestima como un Imperio central que a partir de su cultura, lengua e instituciones es un hito civilizatorio en el que el Emperador es el pináculo de la jerarquía política universal.
Es así que China se da su gobierno a sí misma; por lo que casi toda la tinta, pronunciamientos y escritos que se hacen de esa gran Nación desde las democracias del Atlántico Norte, señalándola como tiranía o amenaza a Occidente, no es sino, prejuicios “ilustrados”, vulgar ignorancia, cuando no, racionalidad instrumental enderezada al uso la vieja arma del síndrome del enemigo, no sé si inconscientemente pudiendo generar un enfrentamiento bajo el sino de la trampa de Tucídides.
Ahora bien, después de esa necesaria introducción – espero haber sido breve y conciso-, yendo ya al personaje central de este analisis debo decir a la luz de la evidencia histórica traída a colación y de la que no pude para no hacer extenso el escrito que, Xi Jinping es heredero de lujo de todas estas tradiciones políticas, en especial de las que yacen en los orígenes y las entrañas del PCCh, ya que es hijo de unos de los revolucionarios que acompañaron a Mao, Xi Zhongxun, miembro este de la elite y primera generación del PCCh, después de la toma del poder.
Xi Zhongxun durante los años de inicio de la República Popular China, cuando hacia parte de la elite del PCCh, que acompañó a Mao Zedong.
Xi Zhongxun junto a Xi Jinping y su hermano menor.
Los años de adolescencia y temprana juventud de Xi Jinping fueron especialmente duros por lo que muchos de sus conocedores dicen que catalizaron en él la formación de una personalidad fuerte, lo que le ha permitido llegar a ser después de Mao Zedong y Den Xiaoping, el tercer héroe popular del PCCh; en palabras del Coronel retirado del Ejército de Liberación Popular, Liu Mingfu, autor de la obra “Sueño Chino”, quien trae a colación un proverbio chino en una entrevista de la DW, “solo cuando el hierro se sumerge cien veces en el fuego, se convierte en acero”.
Xi Jinping en un campo de trabajo en compañía de otros jóvenes.
Después de esa época logra ingresar al PCCh, trabajar en el sector de defensa como secretario de un alto cargo del partido, pasar después por cargos provinciales y desde ahí levantar, paso a paso, una carrera política desde abajo hasta la cúspide.
En su llegada al Secretariado del PCCh, una de las primeras cosas que hizo fue acercarse a la sede fundacional del PCCh de 1921, donde frente al monumento de los padres fundadores del comunismo chino, jurar lealtad y lucha por el comunismo chino y sus objetivos para el pueblo.
El Principe Rojo
Desde los inicios de su vida, Xi Jinping, estuvo relacionado con lo más selecto de la elite del PCCh, vivió con su familia en el seno de su dirección, en el Palacio Imperial, educado además en unos de los mejores colegios de Pekín, pero la denominación de Príncipe Rojo no la extraigo de ahí, sino de un parangón histórico que hago, por pertinencia, con otro personaje de la historia; un gigante de la historia más exactamente, cuyo nombre fue Augusto, quien fue el hombre que consolidó el Imperio Romano bajo la figura del Principado, inaugurando bajo su mandato una era de 250 años de prosperidad y de gloria imperial, no vividas antes en la civita eterna.
La comparación con la figura de Augusto la juzgo oportuna por cuanto al igual que este, Xi Jinping, al ascender al poder ha tenido y tiene que, con inteligencia, sigilo y mucho tino de una mano de hierro en guante de seda, que quitar del camino todos aquellos obstáculos que impidan que el PCCh alcance los objetivos de desarrollo de una civilización memorable- como lo ha sido el Reino Medio-, bajo su proyecto denominado el sueño chino, como él mismo lo ha llamado, el cual como programa político para realización y cohesión de la Nación, bebe de la indignación nacional por la humillación sufrida por China durante un siglo a manos de potencias extranjeras, los desafíos internos, la lucha contra la penetración de un mercado negro de poder como el que en Europa irrumpió dañando con su correlación de poder y dinero, el comunismo euro-soviético, cosa que desde los años 40 del siglo XX había denunciado, desde la Escuela de Fráncfort, el mismísimo Walter Benjamin.
Frente a esos desafíos desde su ascenso Xi Jinping ha desarrollado varias políticas de las que destacan tres por su importancia, como la lucha contra la corrupción denominada contra, Moscas y Tigres -que como dice el sociólogo chileno Raul Sohr tiene el encanto de que el uso de ese nombre es algo que magnetiza y cala mucho entre los chinos a los cuales les encantan ese tipo de fabulas-, donde cayeron muchos funcionarios entre ellos el afamado y carismático, en su minuto, Bo Xilai, Ex Ministro de Comercio Exterior y descendiente Bo Yibo, líder de la Revolución y conocido dentro del imaginario político chino como uno de los 8 inmortales; la otra es la lucha contra la pobreza en la que en 2020, se alcanzó el fin de la pobreza extrema, asunto este de mayor importancia para un país en el cual hace apenas cuarenta años la gran mayoría de su población vivía en esa condición; y, el proyecto de la Ruta de la Seda que no solo implica una colosal inversión en infraestructura nunca vista en la historia de la humanidad, sino que también busca la integración económica y la prosperidad de las regiones chinas más apartadas de la Costa Este, las mismas que son hoy días las menos desarrolladas.
Paralelo a ello existen proyectos políticos como: el de la reunificación nacional de la provincia rebelde de Taiwán, epicentro mundial de la más alta tecnología en la industria de los microchips que es en realidad el quebradero de cabezas de las potencias Demoliberales del Atlántico Norte, ya este sector sería el nuevo Opio, en el reencauchado intento geopolítico de esas naciones por tener a China bajo su dominio como lo hicieron en el siglo XIX y parte del XX. No es la independencia de Taiwán que tarde o temprano debe volver al seno de China, lo que preocupa a las potencias noratlánticas. Ello no cuenta. Eso es solo un discurso para los medios que se tragan ese cuento; es el control de la producción de los semiconductores. Con esto, Occidente consigue revivir las Guerras del Opio; es decir: un pretexto para intervenir en nombre de la “libertad”.
Otro proyecto es el de evitar el saboteo político a China de las potencias occidentales mediante el uso de la “bondad y racionalidad” de la extensión del modelo democrático-liberal hacia Oriente como ha ocurrido en Hong Kong, lo cual tiene en contra la dura evidencia de 100 años de historia de humillaciones sobre China, realizadas inicialmente por Reino Unido, que por medio de las Guerras del Opio se quedó con Hong Kong y con el manejo de los puertos como Shanghái y las aduanas chinas. La democracia en China no solo es rechazada por no hacer parte de su ADN político; sino también porque ha probado ser punta de lanza de los intentos occidentales de arrodillar a China, de desestabilizarla, de tenerla sometida y controlada. La democracia llegó a China en los mismos barcos donde llegaron los soldados británicos y franceses a matar a los chinos para convertir a China en una colonia y hoy lo hace por medio del discurso de los mismos políticos Demoliberales del Atlántico Norte que planean dividirla y someterla como otrora.
Por último, la lucha contra el coronavirus con la política de covid-cero, no es un capricho o un pretexto del PCCh y Xi Jinping para someter a la población; el covid-cero como política de sanidad tiene su base en la protección de la vida por encima de las consideraciones económicas, sustentándose en estudios y recomendaciones científicos como el que se publicó en la revista Nature en el que se concluye recomendando los cierres porque si no se darían al menos 120 millones de casos de contagios sintomáticos, 5 millones llevados a las UCI y un numero de alrededor de 1.5 millones de muertes, lo que estresaría al extremo el sistema de salud. China ha logrado a través de su manejo del covid que solo haya en su territorio 6 mil muertos, una cifra muy baja frente a los 2 millones de muertos en USA y los casi 600 mil fallecidos de India. Las protestas tienen que ver con la necesidad de algunos chinos de suavizar los cierres, pero no es ni de lejos, el gen de una revolución por la “libertad y la democracia”, y tampoco es un segundo Tiananmen. El paso de los días ha mostrado el carácter limitado, localizado y la razón de las protestas y no es en lo más mínimo una lucha contra la “dictadura” como tontamente acostumbran decir muchos medios en Occidente. El estudio de Nature lo pueden consultar en el siguiente enlace https://www.nature.com/articles/s41591-022-01855-7 .
A manera de conclusión de este análisis considero que el resultado del XXvo Congreso del PCCh, en el sentido de levantar la limitación de dos periodos al mandato presidencial, es el indicado para el momento histórico que vive China en el que afronta unos retos importantes como nunca, que no fueron debidamente tratados por sus dos antecesores Jiang Zemin y Hu Jintao – sí este último, el mismo que sacaron del Palacio del Pueblo el día final del Congreso XXvo del PCCh-, por lo que a la manera de Augusto y su uso de la figura del principado en Roma, única forma efectiva en aquel minuto para enfrentar la podredumbre oligárquica en que se había convertido la Republica, que amenazaba con el desmoronamiento del Imperio, algo que ya tenía claro Julio Cesar pero fue asesinado, Xi Jinping debe dirigir a China, con los poderes que se le han confiado, a la manera de un Princeps, ya que sus objetivos en medio de este desafiante contexto son , nada menos que el logro de la prosperidad común, la integridad nacional y la gloria de una Nación con una historia política común de 2300 años y 1500 millones habitantes, que ha alcanzado la victoria de política económica más notable de la historia humana al conseguir acabar con la pobreza extrema y llevar a casi mil millones de personas de la pobreza a la superación de esta, en tan solo 40 años.
El ejemplo de China, la solución china, llamada así, entre otros por el mismo Xi Jinping, es también una referencia para todas aquellas naciones que se encuentran en vías de desarrollo en África y Asia, como lo han planteado varios intelectuales del desarrollo que abogan por los ajustes del contrato social a las particularidades de los pueblos como por ejemplo está ocurriendo con mucha alegría para mí en Ruanda y Etiopía.
*PASTOR ALONSO JARAMILLO ROBLES, MIEMBRO DE LA ALIANZA DE AMISTAD COLOMBO-CHINA.