Por Ambrosio Fernández (Especial para Revista Zetta).- Cartagena de Indias, 10 de febrero de 2023.- Por estos días, miles de estudiantes de los colegios oficiales y privados del país y de Cartagena, pertenecientes al llamado calendario “A”, regresan a clases y con ellos vuelven muchos de los dramas o tareas pendientes que tenemos en torno a la educación. Deudas que arrastra Colombia casi que desde su constitución como república.
A inicios de enero, el presidente Gustavo Petro trajo a colación los vergonzosos resultados de Colombia en las pruebas PISA, un programa de evaluación de estudiantes de la OCDE, en el cual el país viene ocupando desde hace varios años los últimos lugares. Nos rajamos en matemáticas, ciencias y nos va muy mal en comprensión lectora. Gran parte de nuestros niños y jóvenes no leen lo que entienden y comparado con otros países, podría decirse que, en algunos casos, los estudiantes de bachillerato colombianos tienen el mismo nivel de lectura que los estudiantes de primaria en Estonia, Canadá, Finlandia, entre otros.
Un drama que termina repercutiendo, como también lo anotaba Gustavo Petro, en la competitividad y productividad del país. Mientras que otras naciones han incorporado de manera exitosa, desde los primeros grados, programas de programación, robótica, finanzas, física, o química; aquí seguimos impartiendo planes de estudio del siglo pasado o intentando contratar docentes para lograr iniciar el año escolar a tiempo.
Formación de profesores, estructura de los currículums, mala conectividad, falta de infraestructura, poca conexión entre escuela y trabajo, entre otras, son algunas de las causas de la baja calidad de la educación en Colombia. Sin embargo, hay otros factores más allá del sector educación, son problemas transversales de la sociedad y que nos escandalizan. Un niño o una niña con hambre no aprende y si no se les facilita la manera de trasladarse al colegio, probablemente preferirán quedarse en la casa.
En Cartagena y en Bolívar lo vivimos cada tanto, el eterno dolor de la adjudicación del PAE termina perjudicando a miles de estudiantes que asisten a clases para aprender, pero también por tener una comida diaria asegurada. Tanto la corrupción, como la inoperancia o negligencia administrativa son culpables de esto en la ciudad. En los sectores rurales del departamento, además de la falta de alimentación en las instituciones, hay que sumar la ausencia o demora en la adjudicación de contratos de transporte escolar, lo que termina sepultando los sueños de jóvenes y niños, que no tienen como llegar a los centros educativos.
Empieza otro año escolar y aunque las aulas apenas abran, las tareas vienen pendientes de tiempo atrás. Hay que hacer de la educación una verdadera herramienta de movilidad social.