Por Miguel Raad Hernández (Especial para Revista Zetta).- Cartagena de Indias, 12 de julio de 2023.- El “espacio público” es un concepto asociado esencialmente con lo urbano, con la ciudad. Es allí donde nace como una necesidad para justificar a la urbe, de manera que ésta no sea simplemente un agregado o conjunto de casas y edificios, sino que encuentra su realización como un colectivo en el sitio de todos, el de intercambio y socialización, de interacción humana libre y en plano de igualdad que llamamos “espacio público”.
Toda ciudad amable y con calidad de vida para sus habitantes y huéspedes, debe tener espacios públicos generosos, especialmente diseñados en armonía con la naturaleza y en adecuada combinación de los elementos naturales (tierra, agua y aire), los elementos artificiales o construidos y los complementarios. El espacio público, como su nombre lo indica, nadie puede apropiárselo o usarlo exclusivamente para sí, porque al hacerlo priva a todos los demás de su derecho a usarlo. El desconocimiento de este principio fundamental genera conflictividad social. En América Latina y en Cartagena este es uno de los conflictos no resueltos.
El espacio público cumple una función nuclear en la urbe. Ha sido así desde el nacimiento de los “burgos” a fines de la edad media y de la “Polis” griega. Impacta en la vida de los ciudadanos en su salud física y mental, en lo social, político, económico, cultural; facilita la movilidad, el entretenimiento, la recreación y la integración colectiva. Por eso el espacio público es un Derecho de rango constitucional, precisado en sus alcances en muchas sentencias de la Corte Constitucional.
Cartagena podría considerarse afortunada por todos los espacios naturales que integran su espacio público. Es lo que sucede con todas las ciudades costeras y ribereñas, en comunión con las aguas. Por destinación natural y por ley, las áreas marinas, las zonas de playas, las rondas de los cuerpos interiores de aguas constituyen espacios públicos. Son un regalo de la naturaleza al que debemos darle equipamiento urbano, adecuado mantenimiento y regulación para su uso seguro y confortable. De otro lado tenemos urgencia y necesidad de crear nuevos espacios al interior de la ciudad construida. Se calcula que Cartagena cuenta apenas con 7,2 metros cuadrados por habitante, incluidos espacios públicos urbano, rural e insular y con menos de 5 metros en el casco urbano. Eso es, con la cifra más alta, aproximadamente un 12% del total del área de la ciudad. En algunas ciudades icónicas ese porcentaje puede alcanzar hasta un 50%. En Colombia, el Decreto 1504 de 1998 establece que el índice mínimo de Espacio Público Efectivo es de quince metros cuadrados (15m2) por persona. Cartagena es, pues, muy deficitaria y está en deuda de crear e incorporar nuevas áreas de uso público.
Quiero terminar con una parrafada de las investigadoras Rosario Blanco-Bello y Kenia Victoria-Cogollo, de la Maestría en Investigación Social Aplicada al Medio Ambiente, Universidad Pablo de Olavide (España) y Universidad de Cartagena, cuando dicen con cierta exultación: “Ver a la gente en las calles, los parques y las canchas, transitando, encontrándose, conversando y jugando, es un indicador que muestra la vitalidad del espacio público, los valores y significados que se le confieren, las sensaciones que evocan pero sobre todo el papel que cumplen en la construcción de relaciones sociales.” No sucede nada de eso cuando el espacio público es escaso y, adicionalmente está invadido u ocupado por particulares para parquear su vehículo o montar su negocio sin pagar por ello o, peor aún, apropiárselo y construir en él.