Por John Zamora (Director de Revista Zetta).- Cartagena Indias, 4 de enero de 2024.- Con Dumek Turbay Cartagena tiene alcalde, una persona con presencia, autoridad y claridad para gobernar, que ha marcado las 72 horas iniciales más vertiginosas de mandatario alguno en la ciudad.
El cambio es notorio, evidente, palmario, desde lo adjetivo y, sobre todo, en lo sustantivo.
En lo adjetivo la ciudad agradece que la majestad del cargo haya regresado. Tenemos un alcalde sobrio, bien educado, bien hablado y bien vestido, con una familia unida y sonriente, que le ha dado sitio y altura al inmenso honor de ser “a l c a l d e”.
En lo sustantivo, vemos a un alcalde con una agenda sincronizada con la realidad de la ciudad.
El alcalde no se quedó quieto esperando que se surtieran los tiempos para tramitar y aprobar el plan de desarrollo o el nuevo POT; ni se quedó estático aguardando que cayera maná del cielo para las grandes obras, sino que concibió un plan de choque inspirado en el principio de autoridad, esa que estuvo ausente los últimos cuatro años, porque no podemos confundir bravuconada con autoridad, ni pugilato con valentía, ni verborrea con diligencia.
Al contrario, los días parecen cortos para tantas acciones del nuevo gobierno: posesión de un gabinete que ya venía trabajando para no llegar a improvisar; consejo de seguridad para darle el banderazo al Plan Titán 24; vallado en la Plaza de la Paz para controlar acceso y neutralizar la prostitución; cierre de establecimientos sospechosos de ser foco de trata de personas y comercio de narcóticos; reunión con el Ministro de Comercio y Turismo, señal de capacidad de trabajo con el gobierno nacional; apertura de la Casa del Turista para darle uso al palacio de la Aduana al servicio del cliente turístico; instalación del Concejo y las JAL, con mensaje de unidad y trabajo; radicación de proyecto para crear Instituto Comunal y Secretaría de Turismo; cierre de Chambacú para transformarlo en parque familiar; revitalización del parque lineal de Crespo…
Es un comprimido resumen de apenas las primeras 72 horas de un gobierno al que le esperan duros retos, y de un alcalde que ha repetido que luego de cuatro años de oscuridad, a Cartagena ni siquiera le sirve un “buen gobierno” sino un “gobierno histórico”.
El contraste es contundente, la ciudad está entendiendo que podemos recuperar el esplendor, que podemos pensar en grande, que podemos sentirnos orgullosos, que podemos desmontar la mediocridad instalada, superar odiosas divisiones, y que podemos emerger como el verdadero corazón latiente del Caribe.
Es palpable: ¡Cartagena vuelve a brillar!