Cartagena de Indias, 17 de abril de 2024.- En la madrugada del 17 de abril de 2014, no se sabe por qué causas, Cheo Feliciano perdió el control de su vehículo y murió en San Juan de Puerto Rico, naciendo para la inmortalidad.
Su voz es considerada una de las más potentes de la salsa, que se caracterizó por su excelencia y su capacidad para interpretar varios estilos musicales. Nació el 3 de julio de 1935 en Ponce, y sus primeros pasos en la escena musical fueron en la Escuela Juan Morel Campos, donde aprendió solfeo y técnica musical básica.
A los 17 años fue a Nueva York, una ciudad que le gustó, y el lugar donde muchos de sus compatriotas habían recibido su formación. Frente a la decisión de buscar capacitación académica o permanecer autodidacta, decidió que la mejor escuela sería el funcionamiento interno de este mundo difícil y complejo, rozandose con los grandes artistas latinos de los años 50: Tito Puente, Ismael Rivera, Tito Rodríguez, Joe Cuba, Arsenio Rodríguez y Mon Rivera, entre otros.
Su humildad, una de sus características más notables, le permitió absorber la experiencia y la sabiduría de estos maestros. No solo fueron sus mentores, sino poderosas influencias en lo que sería su futura carrera profesional. Fue vocalista y músico solista de muchas orquestas, conocido por su presencia y sensibilidad en el escenario, lo que demostró en sus notables actuaciones con las orquestas de Eddie Palmieri, Ismael Rivera, Joe Cuba y otros.
Durante una de las etapas más destacadas de su carrera, integró el elenco de Fania Records, donde cosechó un rotundo éxito con innumerables discos que lo llevaron por todo el mundo como integrante distinguido de la famosísima Fania All Stars.
Como bolerista fue inigualable, llegando a niveles celestiales con su «Amada Mía».
En los entierros de mi pobre gente pobre, en Anacaona, en El Ratón, en muchas otras de sus obras, quedó grabado un estilo imponente, sobrio, cálido y popular.
Oh, Cheo. Hace 10 años nació para la inmortalidad.