Por Ambrosio Fernández (Especial para Revista Zetta).- Cartagena de Indias, 6 de agosto de 2024.- Nuevamente el país se vio enfrentado a otro paro de transportadores. El tire y afloje entre los principales gremios de propietarios de camiones, tractomulas o deblotroques y el Gobierno Nacional ha sido recurrente en las últimas décadas. La gota que rebosó la copa en esta oportunidad y que también ha sido un motivo recurrente de debate prácticamente entre todos los que poseemos automotores en el país, es el costo de los combustibles, para el caso del transporte de carga, la abrupta subida del precio del ACPM.
La discusión parece no tener mayor margen de maniobra puesto que desde muchos sectores se viene advirtiendo, desde hace varios años, que Colombia debe disminuir los subsidios de los combustibles. Sin embargo, este asunto, aunque crucial en el panorama de la movilidad y la carga del país, opaca un poco otras tareas pendientes que tenemos en esta materia y que terminan impactando directamente en la productividad y competitividad de la nación.
Tener los principales centros de producción nacionales en medio de las montañas (Bogotá, Cali, Medellín, Bucaramanga) significa el encarecimiento de costos a la hora de exportar o importar y por ende los precios al consumidor final; por eso es momento de pensar la vocación económica de estos centros urbanos, para enfocarlos hacia la demanda interna, mientras que ciudades como Barranquilla, Cartagena o la misma Buenaventura podrían reforzar su vocación de comercio exterior, lo que sin duda nos haría más competitivos.
A lo anterior hay que sumar el preocupante rezago que tiene el país en materia de desarrollo de trenes, lo que nos hace dependientes del transporte por carreteras. Las grandes economías del mundo poseen infraestructuras férreas que permiten mover carga y pasajeros entre sus ciudades en cuestión de horas. Pero, además, a pesar de ser un país de ríos, Colombia le ha dado la espalda a sus vías fluviales. Aunque se han hecho adelantos en los últimos años, convertir al Magdalena, el Atrato o el Meta en arterias claves que permitan sacar productos a los principales puertos o incluso a Venezuela, siguen siendo promesas de cada contienda electoral.
Los mares colombianos tampoco han sido tenidos en cuenta en estas reflexiones para la logística, el cabotaje entre puertos es prácticamente imposible, permitirlo con los grandes barcos que de manera frecuente recalan en nuestros terminales podría ser un factor clave para la economía nacional y que podría suponer un elemento esencial a la hora no solo del movimiento de mercancías, sino de la complementariedad productiva que podría darse entre nuestras ciudades o territorios.
Mas allá de llenar el tanque de combustible, el paro de transportadores debe ser la oportunidad para que se den este tipo de discusiones y así hacer que el comercio y el transporte en Colombia no solo sean más competitivos, sino más seguros y menos dependientes de los intereses económicos de unos pocos o de la capacidad política y de gestión de los gobiernos de turno.