Por Ambrosio Fernández (Especial para Revista Zetta).- Cartagena de Indias, 28 de septiembre de 2024.- 2024 ha sido un año particularmente alarmante en materia climática en Colombia. A la fuerte presencia del fenómeno de “El Niño”, que se presentó durante los primeros meses, se sumó una temporada de lluvias bastante irregular, lo que ha provocado incendios y récords de altas temperaturas en todo el territorio.
Lo más difícil de esta situación es que tal vez con el transcurrir de los años, solo tienda a empeorar. Los pronósticos climáticos auguran una intensificación de desastres naturales, inundaciones, vendales (como los sucedidos hace pocos días en la Costa Caribe), altas temperaturas, entre otras.
Por ahí dicen que no hay peor ciego que el que no quiere ver y ante esta situación es necesaria la adaptación, inclusive en el plano corporativo. Probablemente las empresas que no puedan acoplarse a este escenario desaparecerán en las próximas décadas. Este nuevo paradigma implica entender la corresponsabilidad que tenemos todos los seres humanos con el planeta; más que un asunto de gobiernos o discusiones políticas, enfrentar el cambio climático implica que todos asumamos responsabilidades, en especial en cuanto a las maneras de producir y vivir.
La transición energética es una de las vías de adaptación para enfrentar esta grave problemática de la humanidad, en especial en una ruta hacia la descarbonización. En este camino, el gas se posiciona como un combustible clave para depender cada vez menos del petróleo y así asegurar la meta de cero emisiones que se ha propuesto el país en 2050. Se espera que para ese entonces tecnologías como el hidrógeno o flotas de carga 100% eléctricas estén masificadas.
En Colombia y en Bolívar ya hay empresas apostando por la conversación de vehículos de carga a gas, un paso que no solo va en línea con la transición energética, sino que implica transformaciones corporativas que van desde el ahorro de entre 30 – 50% de combustible, hasta la capacitación de conductores y operarios para estas nuevas formas de transporte.
Sobre la década de los 90 y luego de contundentes pruebas científicas acerca del impacto de la actividad humana en el medio ambiente, las grandes empresas mundiales iniciaron la implementación, aunque a veces tímida, de sus agendas de sostenibilidad, atadas a sus objetivos de negocio. Para muchos estas acciones se hacían con el fin de posicionar una imagen diferente con la sociedad o con la naturaleza, e incluso dentro de las organizaciones algunas voces veían estos esfuerzos a pérdida, desde el punto de vista financiero.
En la actualidad, cualquier empresa que no esté comprometida con el desarrollo sostenible o con los cambios que requiere la humanidad, si quiere conservar este mundo como su hogar, probablemente esté fuera de foco en el panorama empresarial y tarde o temprano el cambio, esta vez el climático, terminará llevándose por delante sus objetivos de negocio.