Por John Zamora.- Director Revista Zetta.- Ingleses, españoles, alemanes, portugueses, belgas y holandeses en algún momento de la humanidad creyeron legítimo ir a África y cazar seres humanos para venderlos como esclavos. El negocio fue tan bueno que duró siglos.
El puerto de Cartagena de Indias fue epicentro del comercio de esclavos en la América de la Corona Española. Miles fueron introducidos como animales en barcos, con toda la insalubridad y sufrimiento imaginable, en ese viaje infernal por el océano Atlántico.
Era una práctica normal así que resultaba muy raro que alguien les considerase seres humanos o les mostrara un mínimo de consideración.
Desde la perspectiva del siglo XXI resulta mucho más admirable lo que en esos tiempos hizo San Pedro Claver. Un jesuita español ordenado en Cartagena de Indias, donde ejerció el sacerdocio por casi 40 años, consagrado a ser el esclavo de los esclavos. En términos actuales, todo un defensor de los derechos humanos.
Cuatro siglos después el asunto humanitario reviste importancia suprema y existen instituciones para velar por la protección de los derechos humanos. Lo ideal es que nadie los atropellara y así no existirían organismos como la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que sesiona en Cartagena de Indias del 20 al 24 de abril.
Las audiencias no contemplan casos de Colombia pero si ponen de presente el tema en toda su magnitud. Los colombianos hemos sido víctimas de la más grande organización dedicada al ataque criminal sistemático contra los derechos humanos, después de Hitler: las Farc. También de los no menos criminales paramilitares, así como de agentes del Estado, delincuencia común y engendros de la corrupción.
Es habitual que Cartagena de Indias sea la casa de distintos eventos internacionales, pero este reviste una incidencia especial para la ciudad en materia de derechos humanos: Es receptora de miles de desplazados; tiene una alta población afrodescendiente que todavía es discriminada; tiene una tasa de delincuencia en aumento; la mayoría de su población vive en condiciones de miseria; los servicios de salud y educación son insuficientes y deficientes.
Pero también es una urbe pletórica de gente buena que lucha para que no sea una ciudad fallida, y donde nació el más grande cantor colombiano: Joe Arroyo. Para todos los que nos visitan con ocasión de las sesiones de la CIDH la mejor bienvenida es dedicarles la canción Rebelión: “En los años 1600… cuando el tirano mandó… las calles de Cartagena… aquella historia vivió”… La del amor de un negro que protege a su negra del esclavista: “Y fue allí, se rebeló el negro guapo, tomó venganza por su amor y aún se escucha en la verja: ¡¡¡ No le pegue a mi negra !!!”