El mundo es un pañuelo – Crónica de un episodio rumbo a China

Pato China ChinaPor Rubén Darío Baena Peña – Especial para Revista Zetta .- No puedo menos que sorprenderme por la manera como el mundo se hace cada vez más pequeño y se rompen las barreras hasta ahora infranqueables del idioma. He tenido la oportunidad de visitar China al menos unas cinco veces y en cada ocasión descubro que este país está cada vez más cerca al nuestro. Es claro que la distancia no se puede medir únicamente en millas voladas, aunque estas pueden sentirse más cortas en cada viaje. Nos acostumbramos a las horas de vuelo o aprendemos a manejarlas más hábilmente como una manera de protegernos ante la impotencia de pasar una parte importante de la semana respirando el mismo aire que 180 pasajeros buscan filtrar antes que los malos olores empiecen a concentrarse en el cuerpo de cada uno de estos mortales.

En mi último viaje a Shanghái tuve la oportunidad de apreciar un episodio que me permitió llegar a la conclusión que han alcanzado millones de personas en el mundo y que los colombianos describimos de la mejor manera posible en una frase corta pero diciente: el mundo es un pañuelo. Estábamos a punto de abordar un vuelo que nos llevaría a Chicago desde la más moderna ciudad de oriente. Una gran urbe que al visitar, no hay manera de dejar de comparar con nuestras ciudades en una muestra clara de nuestra capacidad de aguante y al mismo tiempo de autogeneración de la más profunda de las envidias. ¡Que viva el comunismo, carajo! Este, el de Shanghái. El de la distribución de la riqueza, no el de Petro y Clara, el de la distribución de la miseria[1]

Como es común en nosotros, me refiero a los hombres, cuando llamaron a abordar el vuelo, me dieron unas ganas incontrolables de ir al baño. En fin, trece horas de vuelo no dan la oportunidad de dejar para después esa señal que el cuerpo suele generar luego de cinco cervezas. Al regresar, me encontré detrás de un individuo muy particular que pude identificar como oriundo de la India por su característico tono de piel moreno. El caballero miraba sus documentos al tiempo que alternaba la vista con las pantallas de información sin lograr encontrar lo que le diera la tranquilidad de que estaba haciendo lo correcto. Ante este claro nivel de incomodidad, uno de los auxiliares de la aerolínea se acercó a él y le solicitó su pase de abordar. A pesar de que era evidente que la ayuda estaba cerca, el caballero se incomodó por el requerimiento y con algo de frustración le mostró su tiquete de vuelo y pasaporte al joven que lo miraba con aire de hijo comprensivo. Luego de revisar la documentación y en un perfecto inglés de acento británico, el chino le dijo al indio:

Sorry Sir. This is not the flight to Deli. This the flight to Chicago[2]. (Obsérvese la mezcla de razas en pocos metros cuadrados pues a escasa distancia, un colombiano observaba sin ser notado).

El hombre del Ganges (la geografía es una sola) lo miró y le respondió airado usando un idioma extraño que no era inglés, chino o cualquier versión del español latinoamericano:

Me tienen dando vueltas de lado a lado, que pa aquí, que pa allá. Decídanse. ¿Es o no es?[3]

El auxiliar cambió de lengua cuando notó que no le habían entendido y que él mismo no tenía ni idea de lo que le habían dicho. Estuve a punto de decirle que yo había logrado interpretar las palabras de su cliente. Que bien que no lo hice. Ahora, este joven usó el más limpio y perfecto mandarín que yo haya escuchado en todos estos años para explicarle nuevamente que estaba a punto de abordar un vuelo equivocado[4]. El indio, muy alterado, nuevamente y ahora gritando y usando su extraño dialecto le dijo:

 

¡Estoy mamao! ¿Quién los entiende? Claro, como lo ven a uno chiquito y cariperdio, hacen con el cliente lo que les da la gana. Llevo una hora dando vueltas en este aeropuerto y no hacen sino decirme que me mueva de sitio[5].

 

El empelado hizo fuerza para no responder de manera brusca pues, la verdad, el insulto había sido fuerte. Yo no alcancé a traducir todo lo que le dijo pero si vi al joven bastante incómodo. Este, ahora, empezó a perder el control y usó su lengua materna para dirigirse al viajero. Un dialecto de la zona noroccidental de china, muy cerca a Rusia. Es zona de pobres campesinos que aún no se han percatado que su economía es la segunda fuerza productiva del mundo y que representa el 20% del PIB mundial.[6]

 

Mira, pila e mierda. ¿Quién te has creído? Te dicho en tres idiomas que esta no es la fila. ¿Cómo más quieres que te lo diga? O te sales de aquí o llamo a los tombos pa que te den chumbimba[7].

 

Trae al que te de tu gana y de paso trae a tu mamá pa ver cómo es que es la vaina. Yo de aquí no me muevo. Aquí estoy y aquí me quedo[8].

El muchacho había perdido la corbata. Ya no había vuelta atrás. Todos lo mirábamos esperábamos ver su próximo golpe. Claro, el señor se había propasado con el auxiliar que solo quería ayudar. El indio, en un país de mil trescientos millones de personas, representaba la minoría. Yo me hice del lado de los mil doscientos noventa y nueve mil millones de chinos. El pobre hombre estaba solo.

Mira, ¿sabes qué? Has lo que se te dé la gana. ¿Que vas a hacer cuando llegues a Chicago? ¿Te vas a meter en el Michigan pensando que es tu río meao y cagao[9]?

El auxiliar me miró buscando en mí la aprobación a sus palabras. Había captado que yo entendía cada gesto que él usaba así como la profundidad de sus palabras. En solo diez minutos se habían cruzado cinco lenguas[10]. Lo miré directo a los ojos y le di la señal que esperaba. Cerré los ojos lentamente al tiempo que asentía con la cabeza dándole la tranquilidad que necesitaba su adolorido corazón.

¡Malparido!, le dijo en el más fuerte de los tonos de su lengua proveniente de las estepas rusas[11].

Llamaron a abordar y entramos todos al avión, me dieron ganas de orinar de nuevo pero me quedé con ellas. Ya lo haría en el avión. Siempre he pensado que cuando bajo el agua en ese diminuto baño, esta le cae a la gente en las ciudades. Son esas ocasiones en las que caminamos por la calle y decimos: ¡va a llover!

Perdí de vista al caballero de la India. Quise saber dónde estaba pues lo quería imaginar a orillas del Michigan esperando que sus almas llegaran por él. Además quería agradecerle la lección de vida que me había entregado. Este señor había hecho valer la posición de las minorías más allá de las barreras idiomáticas. Era un claro ejemplo de la globalización. Definitivamente el mundo es un pañuelo.

 

[1] Perdón. No pude contenerlo. No hay manera de evitar ese pensamiento al ver esta ciudad tan maravillosa.

[2] Nota del traductor: estás mal. ¿Estas borracho o qué? Este no es tu vuelo

[3] Nota del traductor: es obvio que no entendí lo que dijo pero por la cara y el tonito con el que habló, deduje que estas fueron sus palabras

[4] Nota del traductor: asumo que así fue.

[5] Nota del traductor: esto es lo que yo le hubiera dicho

[6] Esto lo acabo de leer en una revista en el aeropuerto. 23-04-2015

[7] Nota del traductor: no se merecía menos

[8] Nota del traductor: esta es la evidencia de la internacionalización de nuestro tercermundismo y desgracia política que al fin y al cabo viene siendo lo mismo.

[9] Nota del traductor: Esto era poco para lo merecido. Eso tuvo que dolerle mucho

[10] Nota de apoyo al lector: ingles británico, mandarín del norte, mandarín clásico, dialecto de la India y el español que en mi mente se esforzaba por traducir todo

[11] Nota del traductor: no necesita traducción. Suena igual en todas las lenguas