Qué hay en un escudo

Por Danilo Contreras. (Especial para Revista Zetta).- Ocasionalmente se debaten temas de interés en el Concejo Distrital, lo que no debe entenderse como critica si se comprende que ello es consecuencia de una dinámica política en la que prevalece el apoyo casi unánime de los miembros de la corporación a la gestión del gobierno. La “paz política” excluye la controversia, qué le vamos a hacer.

Sin embargo, por estos días fue presentado a la Corporación edilicia el proyecto de acuerdo “Por medio del cual se ratifica la adopción del Escudo Republicano como símbolo patrio de Cartagena de Indias” que revive una polémica que parecía sepultada.

He incurrido en la necedad de buscar una relación entre varios hechos, aparentemente sueltos, que han levantado ampolla en ciertos sectores de la opinión: La instalación de imágenes del Alcalde para presidir oficinas públicas y aulas de las instituciones educativas, la destrucción de una placa conmemorativa a las mujeres víctimas del Sitio de Pablo Morillo en 1815, colocada en el Camellón de los Mártires en diciembre de 2011 y finalmente la restauración del escudo colonial otorgado por Felipe II a Cartagena de Indias en 1574.

Esa fatigada reflexión me ha hecho concluir que este asunto no es una futilidad o simple ventolera de una nobleza colonial rediviva, sino el discurso de reivindicación de una configuración social aparentemente superada que intenta trasmitir un fuerte mensaje de legitimación de ciertas elites reinstaladas en el poder local, en una ciudad que segrega de manera expresa o velada.

Recurrí al sociólogo judío alemán Norbert Elías para tratar de dar verosimilitud a mi tesis. En su obra La Sociedad Cortesana se lee: “La elaboración diferenciada de lo externo, como instrumento de la diferenciación social – la representación del rango mediante la forma – es característica no solo de las casas, sino de la configuración general de la vida cortesana”. Interpreto entonces, que estos incidentes aparentemente baladíes suelen ser “medios de autoafirmación social”. Agrega Elías en otro texto: “Los grupos más poderosos se contemplan a sí mismos como mejores, investidos de una especie de carisma grupal, de la que carecen los demás”.

Infortunadamente, la estrategia de autoafirmación social a la que nos referimos, ha echado mano de símbolos que agravian la juridicidad y valores identitarios que rayan en el despropósito. En efecto, iniciativas como la de reinstaurar el escudo colonial, desconocen la circunstancia Constitucional elemental de que nuestro Estado se organiza bajo la forma de República, cuyo poder soberano reside en el pueblo.

No es entonces un tema menor que contrariando la Constitución se adopten emblemas que son reminiscencia anacrónica de nuestro antiguo sometimiento a la corona española. Suficiente tenemos con los pingues beneficios que los hijos de la madre patria devengan de prórrogas como la de Acuacar o de la explotación inicua del servicio de energía eléctrica que tantas críticas recibe por estos días.

Bienvenido nuevamente el Escudo Republicano.