Noviembre es el último plazo creíble para que ruede el primer bus de Transcaribe, si Dionisio Vélez le hace honor a su palabra. Quiero creer.
El Sistema Integrado de Transporte Masivo será una solución para la movilidad de Cartagena y los habitantes podrán ir de un extremo a otro con comodidad y prontitud. Quiero creer.
Los diseños de Transcaribe fueron juiciosos, transparentes y ajustados a la realidad de Cartagena, lo que se traducirá en un sistema rodante eficiente. Quiero creer.
En más de 10 años, jamás ni nunca se ha desviado, malversado o mal utilizado un peso de los miles de millones que ha costado todo lo realizado. Quiero creer.
Cada dólar prestado y cada peso invertido obedece a la realidad que exige la implantación de tal sistema. Quiero creer.
Podría seguir enumerando todas las cosas en las que quiero creer, pero entre el alcalde, la junta directiva y Transcaribe se encargan de sembrarme incredulidad.
Mucho antes que Dionisio pensara siquiera en dejarse crecer la barba, a los cartageneros nos impusieron una solución pensada para otro tipo de ciudades, ninguna con nuestras características urbanas y costeras.
Con más población, las mismas vías y con un híper elevado número de vehículos, hoy Cartagena es un trancón por todos lados… y sin que ruede Transcaribe. Aunque eso no es culpa directa de Dionisio, sí lo es lo que ha pasado en los últimos meses.
Si examinamos, Dionisio llegó con dos banderas: seguridad y movilidad. Siendo prácticos, pensar en desarticular pandillas o bandas criminales para disminuir la atracadera y el sicariato resultaba una tarea dispendiosa, incierta y relativa. En cambio, poner a circular los buses articulados era cuestión de tumbar la loma de Bazurto y construir el tramo 5A. ¡Y zas!
Dionisio mandó un primer “viaje” al buscarle reemplazo de José López, quien estupefacto veía las mil y una maniobras del alcalde por sacarlo. Pero con mañita se fue quedando y se quedó. Se volvió brazo derecho del jefe y se veían a cada rato en los frentes de obra. Pero le dio la chiripiorca de cambiarlo, y cual sombrero de mago, de la nada sacó un problema que no existía: la interinidad en la gerencia.
Todos sabemos en Cartagena lo perjudiciales que son las interinidades, pues gracias a ellas tuvimos que ir a las urnas para elegir a Dionisio, entonces no tiene ninguna lógica configurar una interinidad en lo que se convirtió en la gran bandera del gobierno.
Intrépido, Dionisio enseguida conformó una terna de bolsillo, pero no contaba con la astucia del gobierno nacional, que la rechazó. El riesgo del fracaso es alto e inminente, mucho más si nos vuelven a traer al inefable ex almirante Díaz, a quien no soportaron en la naval ni mucho menos en la “civil”, como en la Cámara de Comercio.
No sé cuál sea el desenlace de esa novelita. Lo único que puedo decir es que cuando quiero creer no creo.