La corrupción que no roba plata sino dignidad- Opinión de John Zamora

Por John Zamora (Director de Revista Zetta 20 años).- La lucha contra la corrupción del alcalde William Dau ha fallado porque no tiene rumbo ni método, y ejercicios como el Libro Blanco han resultado decepcionantes.

Como veedor fue altisonante pero de raquíticos resultados, y la bulla le sirvió para ganar adeptos y labrar una candidatura a la Alcaldía a costa de los epítetos contra empresarios y caciques políticos.

“Levantar a lengua” a sus adversarios fue el método del veedor que ahora le cuesta repetidos retractos al alcalde, y la erosión permite ver que una obra de gobierno de mínimos, en concordancia con el mínimo del programa de gobierno. Si lo único que prometió es cazar ratas, no se le puede exigir más. ¿Y dónde están las ratas cazadas?

En el fondo se trata de una pelea de los que cantan “quítate tú, pa’ ponerme yo”, y en la mitad estamos los ciudadanos que queremos un gobierno serio, austero, pulcro, y no un ring de boxeo.

La anticorrupción se convirtió en rehén del discurso y todo se reduce a ello: ¿cómo solucionar el problema de la bahía de Cartagena? – le preguntaron en el foro de la Procuraduría del viernes- “Evitando que los corruptos se lleve los recursos”. Ajá y qué. Cipote respuesta.

Otro error de enfoque es asimilar corrupción solo con los delitos contra la administración pública, sea peculado, cohecho, interés indebido en celebración de contratos, etc. El corrupto es el que roba, para sí o para otro. Y eso es todo en la óptica de Dau. Y eso es solo ver un pedacito del problema, con lamentable miopía, en tratándose del Tractor.

Sin darse cuenta el alcalde, su Administración acaba de registrar uno de los mejores y mayores logros en la lucha contra la corrupción. Itero, y ni cuenta se ha dado, pues nada tiene que ver con la robadera.

Robarse los recursos del Estado es asqueroso, pero una manifestación de corrupción que detuvo el gobierno Dau es mucho más indignante… y ni cuenta se ha dado, repito.

Se trata de la ejemplar sanción de destitución e inhabilidad por 10 años contra un docente del área de Física, que laboró en la Institución Educativa Ambientalista, donde se le tipificó al educador la conducta cometida como una falta disciplinaria gravísima a título de dolo, tras haber incurrido en el delito de acceso carnal violento en grado de tentativa contra una estudiante menor de edad.

En un segundo caso sancionó a un maestro con la suspensión del cargo ejercido por un término de 12 meses por no tratar con respeto a algunas estudiantes del plantel educativo, incumpliendo con esta acción con sus deberes como docente y abusando de su autoridad.

(( Ver: Oficina de Control Disciplinario del Distrito sanciona a un docente por acceso carnal y a otro por irrespeto a alumnas https://revistazetta.com/?p=37808 )).

María Victoria Olier Martínez, directora de Control Interno.

Las decisiones provienen de la Oficina de Control Disciplinario, dirigida por la abogada María Victoria Olier Martínez, y son como tréboles de cuatro hojas: casi imposibles de encontrar.

Es la punta de un iceberg que la dialéctica en torno a la educación nos ha impedido avistar, agravada por una pandemia nos envió a todos a casa y ocultó el grave problema del sector donde nuestro estudiantado se expone a colegios en ruina y un sistema que mantiene a los peligrosos dentro de las aulas.

Ingenua y sin perrenque, la secretaria de Educación Distrital, Olga Ocosta, ha tenido la suerte de no estar en el ojo del huracán, gracias a la pandemia. La situación no ha cambiado: la educación no tiene plata para arreglar colegios, ni tiene dientes para sacar a las manzanas podridas. Son 120 mil alumnos que cuidar y cinco mil docentes, la gran mayoría de vocación y compromiso ejemplar.

Las cifras no se divulgan pero son preocupantes los casos de docentes incursos en conductas punitivas contra la integridad física y sexual de nuestros menores; también hay un subregistro de docentes con enfermedades mentales, que van desde la mera ansiedad hasta asuntos de alta especialidad siquiátrica. Que la Oficina de Control Interno haya sacado de las aulas a un abusador y a un irrespetuoso es de gran valía. Pero falta más, mucho más.

Nuestros hijos no se tocan y hay corruptos al acecho, no de los que buscan robarse un peso, sino robarles la dignidad, la inocencia y el futuro. De eso Dau no se ha dado cuenta.