Por Miguel Raad Hernández (Especial para Revista Zetta).- Cartagena de Indias, 26 de octubre de 2023.- Todos los certámenes electorales despiertan en los ciudadanos nuevas ilusiones, expectativas y esperanzas. Todos queremos creer que es una oportunidad más para que nuestros pueblos tengan una administración óptima, de calidad, que genere progreso, fuentes de empleo e ingresos, calidad en los servicios de educación, salud, infraestructura, seguridad, etc. Eso es apenas comprensible en todos lados. Pero en Latinoamérica y hoy en Colombia, es más que un fenómeno sicológico colectivo, es una necesidad depositar nuestra esperanza en las próximas elecciones.
Desde la Pandemia del COVID 19 (2020), hemos soportado muy duras pruebas. Todos estuvimos en grave peligro de muerte y muchos, varios millones en el mundo, murieron realmente. Después del milagro de la supervivencia, hemos luchado por restablecer nuestras vidas, por lo menos, a los niveles que teníamos en 2019. En verdad aún no lo hemos logrado y para Colombia, en la mayoría de las regiones la situación ha empeorado. Adicionalmente, el choque sufrido con el cambio de Gobierno en nuestro país y el timoneo a la izquierda que éste pretende dar abruptamente, más las tensiones de la geopolítica mundial, han generado mayor polarización y un gran stress colectivo.
Sí, definitivamente iremos a votar el próximo domingo 29 de octubre poniendo en nuestro voto toda la esperanza en un mañana mejor. Esperanza porque los nuevos Gobernadores y alcaldes sean verdaderos líderes de sus ciudades y regiones, empoderados de los problemas más acuciantes y con la capacidad de entrega y de trabajo para resolverlos. Que se comporten como verdaderos custodios del erario y no como corsarios saqueadores. Que tengan el valor y la entereza para enfrentar las múltiples dificultades y amenazas que, literalmente, les tocará enfrentar. Mao Tse Tung, el líder chino, solía decir que “el valor es un componente fundamental del liderazgo”.
Hoy tenemos regiones de Colombia en grave crisis por razones económicas, ecológicas, políticas, sociales y de seguridad. El Cauca, Chocó y el Urabá antioqueño, la Guajira, Arauca y buena parte de la zona fronteriza con Venezuela, Putumayo y la Amazonía, son zonas periféricas ya en estado de crisis extrema. Luego vienen zonas puntuales de regiones como la Costa Atlántica, donde Sucre, Montes de María y Sur de Bolívar, las sabanas de Córdoba, los sures de Magdalena y Cesar, se encuentran amenazados por la pobreza y la miseria, la inseguridad y el abandono. El trabajo es inmenso y ojalá se elijan candidatos con entereza, seriedad y responsabilidad para asumir los retos.
De otro lado, los mandatarios de las regiones mencionadas deben ser firmes y asertivos en las exigencias al Gobierno Nacional para sus regiones. No puede ser que las grandes inversiones por presupuesto nacional se sigan haciendo sólo en el país andino, que es voraz e insaciable presentando todos los días macro proyectos de enormes túneles, metros, nuevos aeropuertos, grandes avenidas y carreteras, mientras continuamos de espaldas al mar y a nuestros ríos, ubicados en las Costas Atlántica y Pacífico, donde una seria política de desarrollo e inversiones aceleraría el desarrollo general de la Nación y de nuestras exportaciones.
La Costa caribe ofrece, además, todo un potencial turístico que requiere de inversiones y estímulos económicos, de una administración que convierta a nuestras ciudades en verdaderas “tacitas de plata”, limpias, ordenadas, con cultura ciudadana, buenas vías, abundantes zonas verdes y jardines, grandes parques de diversiones, recorridos ecológicos con diseño previo y entrenamiento de nuestras comunidades para el recibimiento y atención al turista. Y, desde luego, con una seguridad integral que sea eficiente y eficaz. No podemos permitir que sigan asesinando impunemente a los turistas, con el silencio cómplice de nuestras autoridades. Debemos transitar de esa publicidad negra a la publicidad brillante y luminosa, a la de remanso de paz, belleza y armonía, buenos servicios al alcance de todos los bolsillos y también servicios de lujo y extra-lujo para las corrientes turísticas de alto poder adquisitivo.
Finalmente, también tenemos grandes oportunidades para el desarrollo agropecuario y agroindustrial. La Mojana, que se extiende por cuatro departamentos; Montes de María en Bolívar y Sucre; el sur del Atlántico, las sabanas del Río Sinú en Córdoba y el sur de la Guajira en el Distrito de Riego del Río Ranchería en la Guajira, tienen miles de hectáreas esperando macro proyectos productivos alimentarios y agroindustriales, para la seguridad alimentaria de sus habitantes y la exportación.
Sí, las próximas son las elecciones de la esperanza, por la seguridad, la productividad, el desarrollo y verdaderos líderes éticos y bien preparados para gobernar. VOTE BIEN.