Por Luis Adolfo Payares ALtamiranda (Especial para Revista Zetta).- cartagena de Indias, 1 de agosto de 2024.- Colombia es un país conformista, más aún Cartagena una ciudad que los últimos 20 años ha estado fragmentada en su estructura de gobierno, teniendo alcaldes interinos y recientemente a un veedor, que pasó los 4 años peleando con todo el mundo. La ciudad se ha conformado con muy poco, siendo muy pasivos en la forma en que protestamos y nos reivindicamos como pueblo cartagenero.
El conformismo es una actitud o comportamiento en el cual una persona se adapta y acepta las normas, opiniones, y comportamientos del grupo al que pertenece, sin cuestionarlos ni buscar cambios. Este fenómeno puede observarse en diversos contextos, desde el ámbito social y cultural hasta el laboral y académico. Es muy común las frases que se han vuelto paisaje de nuestro entorno: QUE ROBE PERO QUE HAGA, es una de las máximas para justificar nuestro conformismo que raya muchas veces en el absurdo y que contrasta con la ciudad empobrecida, dividida y con más brechas sociales de Latinoamérica, y no decir del mundo. En la ciudad convergen una serie de problemas que han crecido a lo largo del tiempo, donde la otra frase conformista: LA COSTUMBRE SE VUELVE LEY, soslaya con el absurdo y la insensatez.
Solomon Asch, psicólogo estadounidense, pionero en el estudio de la psicología de la conformidad, realizó una serie de experimentos donde los participantes eran inducidos a conformarse con la respuesta incorrecta de un grupo sobre la longitud de las líneas. Este experimento demostró que la presión del grupo puede llevar a las personas a conformarse, incluso cuando la respuesta correcta es evidente. Indudablemente en Colombia y sobre todo en Cartagena la presión de grupo ejerce una influencia demasiado importante alrededor del pensamiento crítico, donde la conformidad puede llevar a una pérdida de la individualidad y la capacidad de tomar decisiones autónomas.
La tendencia a conformarse puede reducir la capacidad de cuestionar y analizar críticamente las normas y prácticas establecidas debido a varios factores psicológicos y sociales. En la ciudad es común observar a grupos de seudo veedores que ejercen una presión mediática sobre determinado y tema, y después lo dejan de hacer, y se convierten en cómplices de las malas prácticas de los gobernantes, son fletados para ser callados, cuestión que se convierte en una especie de extorsión disfrazad, una mala práctica que desde hace muchos años ejercen los que se hacen llamar veedores para coger recursos de los que señalan.
La ciudad necesita mucho pensamiento crítico, a los gobernantes no les gusta ser criticados, prefieren a un pueblo conformista, con sus aciertos y desaciertos, donde no se les señale y no se les cuestione. Cartagena es una ciudad tan conformista que cuando se señala algún problema, de inmediato te dicen que no quieres la ciudad o que estas en contra de la persona. Necesitamos ser menos conformistas, exigirle a los gobernantes que hagan su trabajo de manera decorosa, sin ambages, ni maquillajes, para que esta ciudad y el departamento se enrumben de buena manera en este siglo XXI.